Que piensen lo que quieran

Durante mis vacaciones, además de deleitarme leyendo con fruición, como acostumbro, he estado viendo algunos vídeos muy interesantes que alguien colgó en YouTube. Como es natural, no hablo de vídeos estúpidos de tipos descerebrados haciendo el bobo, que es lo que mayormente encuentra uno en TikTok. Me estoy refiriendo a grabaciones de viejos programas de televisión donde se entrevista, qué sé yo, a Camilo José Cela, el gran Premio Nobel de Literatura de 1989, al que he oído decir: «En la facilidad está el peligro. Hay que plantearse las cosas con dificultad y ver hasta qué punto uno puede». En una charla con el periodista Joaquín Soler Serrano, este le pregunta al autor de La familia de Pascual Duarte, ¿qué te gustaría que la gente piense de ti? Don Camilo responde veloz: «Ah, no, que piensen lo que quieran, no me importa en absoluto. De mí se dijo en letra de molde de todo, desde que era un genio hasta que era un deficiente mental. Probablemente los dos, pero por lo menos uno se equivoca. No puedes hacer caso. Si te empiezas a preocupar de lo que dicen los demás, estás perdido». Esta interesantísima reflexión me dio pie a meditar sobre la sana crítica, que yo ejerzo tan a menudo aunque a veces no se considere sana —y posiblemente no lo sea, sino más bien cruel y despiadada—. Pocas personas están al nivel de Don Camilo. La crítica es como la lluvia, que por fina que sea, acaba calando hasta los huesos. Pero si uno dispone de un buen chubasquero o una gabardina, la lluvia no penetra hasta la ropa. El genial escritor de La colmena no conoció las redes sociales, que son un estercolero inmenso, en especial la basura conocida como X, que compró un desalmado llamado Elon Musk. De haberlas conocido, le imagino aún más indiferente a la crítica de barra de bar. No puedes hacer caso. No debes hacerlo, que piensen lo que quieran.