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Opinión

La política migratoria como un pim pam pum político al que todos se apuntan

Imagen de recurso de embarcaciones tipo patera en Baleares | Foto: Guardia Civil

| Ibiza |

El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, visitó este jueves la isla de Formentera para, según sus palabras, «poner el foco» en la crisis migratoria que afecta a Baleares. Fue una visita que, para ser sinceros, despertó más expectación entre los medios de comunicación que entre el ciudadano medio que lucha por levantar la persiana de su negocio cada mañana, pero que lejos de aportar soluciones, una vez más, acabó siendo un pim pam pum político entre unos y otros.

Y es que, como era de prever viendo la trayectoria de los populares en los últimos meses, la visita se empleó para cargar una vez más contra Pedro Sánchez, acusándole de «desidia» en esta y otras muchas más materias. Mientras tanto, los que en teoría nos gobiernan encontraron tiempo en sus apretadas agendas gubernamentales para salir casi de inmediato a la palestra con reproches sobre lenguaje y prioridades. Y así, como tantas y tantas veces, la inmigración se ha vuelto a convertir en arma arrojadiza y en un espectáculo mediático donde nadie sale realmente beneficiado.

Es innegable que Baleares afronta un reto complejo, como demuestra que solo en lo que llevamos de año miles de personas han llegado por vía marítima a Ibiza y Formentera, generando presión sobre los vecinos, las fuerzas de seguridad y los servicios de emergencia. De hecho, los propios agentes reconocen, día sí y día también, que hay carencias de personal, de medios y de recursos que no se solucionan con declaraciones grandilocuentes ni con anuncios temporales. Y es que, aunque parece que ha sido ahora cuando los políticos han reparado en ello, asociaciones de la Guardia Civil como JUCIL o IGC llevan años reclamando la actualización de complementos de insularidad, medidas de fidelización y acceso a vivienda para sus agentes. Y es que es precisamente aquí donde realmente se juega la partida, al pie de la calle, en el mar o en las playas, y lejos de la retórica política. Porque mientras se multiplican las declaraciones, se buscan titulares impactantes y se fomentan los discursos de confrontación, quienes realmente sufren y trabajan en primera línea quedan invisibles.

Alberto Núñez Feijóo denunció en Formentera que el Gobierno «mira hacia otro lado» y propuso priorizar inmigrantes por afinidad cultural, prometiendo expulsiones inmediatas de quienes cometan delitos. Mientras, la presidenta balear, también del PP, insiste en su denuncia permanente hacia la gestión del Ejecutivo central, basándose en la «emergencia» de la situación y en la supuesta falta de coordinación, pero sin propuestas del todo concretas o viables.

El Gobierno, por su parte, lejos de actuar con responsabilidad y con lo que se presupone de alguien que tiene que velar el bien común de todos los españoles, se limita a dar un paso más allá en la retórica y acusa a la oposición de «emplear un lenguaje racista para generar miedo», mientras presenta como grandes logros la puesta en marcha de módulos de acogida temporal que llegan tarde y que, aunque necesarios, son la constatación de una improvisación con millones de euros de por medio.

2 Estrategias diferentes, mismo resultado

Ambos partidos, sin olvidarnos de Sumar, Podemos o Vox, usan estrategias, a priori muy distintas, pero que, en la práctica, tienen el mismo y lamentable punto en común de intentar convertir la inmigración en espectáculo político, en un pim pam pum constante donde se alternan acusaciones y defensas, sin que se perciban avances tangibles para los ciudadanos, los profesionales que trabajan sobre el terreno o las personas que llegan jugándose la vida en el Mediterráneo.

El resultado de todo ello es la polarización, la alarma social y una serie de problemas estructurales que se siguen enmascarando tras reproches de «desidia» o acusaciones de «buenismo». La falta de vivienda para los agentes, la necesidad de protocolos claros o los espacios dignos de acogida para los migrantes siguen esperando voluntad política real, planificación y recursos y no se resuelven con declaraciones altisonantes en la red social X ni con ruedas de prensa sin preguntas.

Y lo más preocupante es que esta confrontación constante aleja cada vez más a la política de los problemas reales. Los ciudadanos, los profesionales y los migrantes se enfrentan a dificultades concretas que no se resuelven con titulares ni con consejos de «hágaselo mirar» lanzados de un ministro a un líder de la oposición. Porque cuando la vida cotidiana se convierte en munición electoral, la política deja de cumplir su función de organizar la sociedad de manera eficiente y humana.

Desgraciadamente, defender la seguridad, la integración y la atención humanitaria no debería ser motivo de enfrentamiento partidista pero en nuestro país lo es. Criticar al Gobierno por supuesta desidia o señalar a la oposición por no acoger menores se ha convertido en rutina con comentarios que suben y bajan de tono según convenga. Las declaraciones de unos y otros ejemplifican cómo la política actual amplifica la confrontación sin generar soluciones reales mientras los agentes que trabajan sin descanso, los migrantes que buscan protección o los ciudadanos que conviven cada día con esta situación, siguen quedando invisibles.

2 Aún podemos cambiar la situación

Sin embargo, como me considero optimista por naturaleza, intento pensar que no todo está perdido. Frente al ruido de los grandes partidos políticos, las administraciones locales, las organizaciones, las asociaciones y los profesionales sobre el terreno hacen un esfuerzo titánico, muchas veces sin focos ni titulares, para dar respuesta a la emergencia humanitaria y de seguridad. Son ellos quienes sostienen el sistema con su trabajo diario, quienes atienden, acompañan y protegen tanto a ciudadanos como a migrantes y eso es algo que conviene no olvidar nunca. Lo mismo que no podemos permitirnos el lujo de olvidar que los migrantes no son cifras, son personas como usted y como yo. No se pueden clasificar en «de primera» o «de segunda» según su origen, como deslizó Feijóo con su idea de priorizar a los procedentes de Hispanoamérica. Cada uno de ellos tiene un rostro, una historia, un motivo por el que se echó al mar en busca de futuro.

En fin, que en un mundo ideal, la política no sería un pim pam pum, sino un motivo de unión ante grandes problemas. Un modo de lograr consensos y caminar unidos entre la seguridad y la solidaridad, entre la gestión ordenada y la dignidad humana. Quizás todavía estemos a tiempo de construirlo. Solo basta con quererlo y en no seguir analizando todo en clave electoral.

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