Mariano trabaja desde los 12 años. No había cumplido los 30 y ya había montado su propio negocio con un socio. Años después, emprendió el vuelo en solitario. Y le fue bien. Podría estar jubilado hace una década, pero sigue al pie del cañón de su empresa familiar. Un pyme que va tirando y que en ocasiones ofrece sus servicios a la Administración. Mariano entrega los trabajos cuando toca y también paga a sus trabajadores y proveedores religiosamente. Nunca falla. Pero a la Administración, que tiene mucho dinero en el banco, se ve que no le corre tanta prisa el pagar.
A Mariano, mientras tanto, la paciencia se le va agotando, hasta que llega el día que cae una tromba de agua en la ciudad y su nave industrial se inunda. Y la maquinaria se le estropea. Y necesita dinero para arreglarlas. ¿Y dónde está ese dinero? Pues en buena parte en el banco de la Administración, que por culpa de gente que tiene su sueldo asegurado a fin de mes y durante toda su vida y que poco le importa si se inunda la isla, caen bombas en medio mundo o estamos en pandemia, a Mariano quizá le da por cerrar la persiana para siempre porque está harto de no poder pasar los fines de semana tranquilo junto a su mujer, sus hijos y sus nietos porque su cabeza solo está enfocada en ver cómo sale del hoyo y no se ve obligado a prescindir de la decena de trabajadores que tiene a su cargo.
Ahora ya sabes, funcionario que me estás leyendo, que Mariano piensa en ti cada día que pasa y no te da la gana dar el visto bueno al pago de unas facturas que hace meses que están en tu cajón y, quién sabe por qué, ahí siguen. Ayudar a los muchos Marianos que hay en Eivissa está en tu mano. No lo dejes para mañana.