Hace ya ocho largos años que Periódico de Ibiza y Formentera anunció que dejaba de publicar anuncios de prostitución y sexo. La decisión se tomó porque este tipo de publicidad afectaba «a la dignidad de la mujer», a la que convertía en «un mero objeto sexual al servicio de los hombres». Algo que en esta casa, entonces y ahora, tenían y tenemos claro que es otra forma de violencia de género.
Paralelamente, España lleva desde 2018 gobernada por un PSOE que dice una cosa y hace la contraria. A día de hoy, su ley para abolir la prostitución sigue sin ser una realidad. Cuando no es culpa del PP es culpa de VOX y, si no, del mal tiempo o de los jueces. Pero siempre hay una excusa para que los socialistas sigan sin demostrar que realmente defienden a las mujeres.
Bajo el Gobierno de Pedro Sánchez, este país ha visto asombrado cómo se rebajaban de forma escandalosa las penas a violadores y pederastas diciendo que eso beneficiaba a las víctimas. La violencia de género sigue ahí y no solo no ha frenado sino que se ha incrementado. Si le preguntan a cualquier votante de izquierdas, culpará a la derecha, que no gobierna desde 2018. Y si le aprietan con argumentos, le tirarán el consabido «fascista».
A mí me sigue resultando alucinante que un tipo que se dice feminista porque es socialista tuviera un suegro cuyo negocio, presuntamente, eran los prostíbulos y las saunas gays. Que sí, que es verdad que uno no puede responsabilizarse de los fallos de la familia, ni de la propia ni de la política. Pero si el dinero que pagaban los puteros facilitó, supuestamente, a Sánchez llegar a La Moncloa, la cosa cambia. Por no hablar de que su propia mujer, la imputada Begoña, curraba, dicen algunos medios, en los burdeles como contable.
El feminismo, como tantas otras cosas, se demuestra en el día a día. Menos pancartas y más hechos.