Los autónomos han dicho basta. Más de medio millar de pequeños empresarios y trabajadores por cuenta propia se juntaron ayer en Vila para quejarse por los «abusos» que, a su entender, comete el Gobierno contra ellos. Y no les falta razón. Históricamente, los sucesivos ejecutivos han freído a impuestos a los autónomos, el eslabón más débil del sistema productivo de nuestro país y, al mismo tiempo, los que más trabajo generan. Gente trabajadora que cada día se juega su patrimonio. Emprendedores que han decidido tomar el camino difícil, el más tortuoso, pero el que más satisfacciones personales da. Empresarios que si fracasan no tiran la toalla y se reinventan para conseguir sus sueños. Héroes. Auténticos gigantes casi invencibles que necesitan que el Gobierno les escuche y, sobre todo, les haga caso.
Me pregunto qué deben pensar estos autónomos que se levantan de madrugada para levantar el país cuando leen que los funcionarios, hagan lo que hagan en su puesto de trabajo vitalicio, cobrarán un 11 % más dentro de cuatro años. Un incremento de salario que, como ya deben suponer, pagarán en buena medida estos pequeños empresarios vía impuestos.
El dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos de a pie. Nadie mejor que nosotros sabe dónde invertirlos. Si el Gobierno deja de apretar a los emprendedores que dirigen las pymes de nuestro país, éstos acabarán pagando más dinero a sus trabajadores, que se lo gastarán en los negocios de otros pequeños empresarios que tributarán más a Hacienda al obtener mayores beneficios. Una rueda a la que el Gobierno no debería poner más palos sino una alfombra roja. Parece difícil estando Sánchez en La Moncloa.