Las crines se despegan del metal, y en el aire quedan flotando partículas de resina, el envoltorio de la última nota. Suenan aplausos, hay una reverencia al público y Èlia Bastida abandona el escenario. No es el final del concierto ni el teatrillo previo a los bises, sino una pausa –normalmente, de un tema– que se concede la violinista para abrazar a su hijo. Un bebé de cinco meses que, desde que apenas contaba seis semanas, está conociendo el mundo gracias al oficio de sus padres: músicos que tocan jazz.
«Joan [Chamorro, el contrabajista que la acompaña en el trío que forman con el guitarrista Josep Traver] y yo teníamos claro que, si era posible, queríamos seguir de gira cuando fuéramos padres siempre que el bebé tuviera cubiertas todas sus necesidades. De momento, ya hemos tocado en Italia o Menorca, y aunque la logística se complica cuando antes era un pimpam porque, además, soy lactante, hemos visto que, cambiando algunas rutinas, podemos hacerlo. Me alegra mucho que esa decisión me permita conocer el Eivissa Jazz. Tengo muchas ganas de tocar para vosotros», cuenta Bastida.
Desde que grabó, en 2017 y con apenas veintidós años, el Joan Chamorro presenta Èlia Bastida, la carrera de la que muchos entendidos consideran como la mejor violinista de jazz del mundo no ha dejado de crecer. Seis discos más tarde, es consciente de que la maternidad empapará la música que tiene en la cabeza cuando llegue el momento de entrar de nuevo en el estudio. «El embarazo ya lo cambió todo», dice, «porque para empezar, la manera de moverme en el escenario se suavizó para que no fuera tan enérgica. Al bebé no sólo le compusimos música [Aquest primer instant podría ser una de las melodías que se escuchen el 5 de septiembre en el Baluard de Santa Llúcia] sino que hicimos una ecografía musical para ver cómo reaccionaba dentro del útero al sonido de nuestros instrumentos. Ahora, aunque sea tan pequeño, es increíble cómo se queda flipando cuando nos ve estudiar en casa. La música lo hipnotiza».
Èlia Bastida estudió violín clásico desde la infancia y está licenciada por esa especialidad en por la Escola Superior de Música de Cataluña. De niña, también educó la voz en el Orfeó Català. Sin embargo, en su casa le inculcaron que los colores y las texturas del arte de las musas eran, ante todo, una juguetería. El lenguaje de la diversión. «Siempre he cantado, desde que era pequeña, porque mis padres me cantaban. Por esa razón, cuando entré en la Sant Andreu Jazz Band, conocí a Joan y empecé a familiarizarme con el jazz, no me costó empezar a cantar. Para comprender este estilo, con el que me obsesioné porque me hizo sentir muy libre, es necesario conectar tu voz con la sonoridad del instrumento que tocas».
En Ibiza, la líder del trío que comparte fecha con Irene Reig y The Bop Collective, cantará «tres o cuatro temas». La mayoría, seguramente, serán en portugués. Bastida no domina la lengua, pero cuando escribe temas propios, la armonía, el compás y también la letra se inclinan hacia el oeste y besan la arena de las playas brasileñas. Un buen puente para cruzar el Atlántico es el saxofón, un instrumento que también domina (toca el alto y el tenor). «La bossa nova y la samba, fusionadas con el jazz, son muy especiales para mí. La combinación entre ritmo, sonoridad e idioma me hacen sentir muy en casa. Es algo mágico, si lo piensas bien, porque nunca he estado en Brasil. Una gira por aquel país sería cumplir un sueño».
Ecos de João Gilberto y Tom Jobim resuenan, por ejemplo, en Meraki, un disco de 2021 firmado a pachas con la cantante y pianista Carolina Alabau. El título toma prestada una palabra del antiguo griego (de nuevo, las musas y su arte) que no tiene una traducción exacta. Significaría, más o menos, hacer algo con amor. «Aportar nuestro granito de arena para revisitar las canciones populares que nos gustan y emocionan. Como Carolina y yo somos muy diferentes, fue un diálogo muy interesante». Ahí quedó, por ejemplo, una versión de las Corrandes d’exili, punzante poema de Joan Oliver (aka Pere Quart) que narra en primera persona la huida durante el invierno de 1939 de casi medio millón de republicanos al otro lado de los Pirineos después de que los fascistas invadieran Cataluña. El arreglo, respetando la música que compuso en su momento Lluís Llach, juguetea en la parte final, aportando algo de luz al dramatismo inevitable de la letra. Fusión.
«Mezclar es súper importante, pero hay que saber cómo hacerlo. A mí me encanta el flamenco, lo escucho y está muy cerca porque tengo amigas cantaoras y amigos que tocan la guitarra, pero no me veo adentrándome porque implicaría demasiado esfuerzo. Sí quiero introducir el clásico, que es mi formación y sigue siendo mi entrenamiento a nivel técnico, en mi música. Creo que se irá viendo en los próximos discos que grabe. De momento, vamos a disfrutar momentos como el concierto que daremos en el Eivissa Jazz».
Las entradas para el concierto de Èlia Bastida están a la venta en www.eivissajazz.com.