Este pasado miércoles, más de dos decenas de exalumnas del mítico colegio San Vicente de Paúl se reunieron en una cena en la que no faltó quien fue maestra de una gran mayoría de ellas: la señorita Carmen.
Un encuentro casual entre Fina Cardona y Loli Barbero, cuando la pandemia empezaba a permitirnos cierto contacto social, se convirtió en el germen de lo que ahora es una sana costumbre para estas dos excompañeras de clase. «Yo me encontraba un poco ‘depre’ por aquel entonces», reconoce Loli, mientras Fina explica que, en aquel encuentro «caímos en la cuenta de que se cumplían 50 años de nuestro curso», lo que sirvió como argumento para «juntarnos todas las que pudiéramos para cenar juntas».
‘Las Alumnitas’
«Fue un encuentro muy emotivo», recuerda Carmen, quien fue maestra en San Vicente de Paúl entre 1962 y 1968, y tuvo como alumnas a la gran mayoría de quienes, desde entonces, forman parte del grupo de WhatsApp Las Alumnitas, que sirve para repetir ese encuentro «un par de veces cada año», tal como explicaba Cardona nada más comenzar el quinto encuentro.
Una de las protagonistas de la cena que celebraron ‘las alumnitas’ este miércoles fue una foto del curso 62/63, que no dejó de pasar de mano en mano a lo largo de la mesa, despertando debates sobre quién era más joven que quién.
«Ese fue el primer curso que tuvo la señorita Carmen al terminar la carrera, y la que sale a su lado soy yo», explica Loli mientras señala a una niña rubia con una diadema, vestida con el uniforme del colegio, junto a una joven con una chaqueta negra a su lado.
«La verdad es que siempre fueron todas muy buenas», explica la maestra, que reconoce que, «a diferencia de lo que pasa hoy en día», asegura que «solo con ponerme de pie ya se callaban todas». En este sentido, la maestra recuerda con humor cuando «le pedí a mi padre, Pepe Castelló, que me hiciera un ‘marcador’ para poder señalar los mapas, y el día que lo estrené, pasé por delante de las niñas con aquella vara de madera y se quedaron todas asustadísimas, pensando que la iba a usar para pegarles. Solo se tranquilizaron cuando les expliqué para lo que servía».
«Mira si éramos buenas, que lo único que me atreví a hacer un día fue una ‘salera’, y lo único que hice fue estar en el monumento de los corsarios, aburrida, esperando que se pasara la hora», cuenta Antonia Vadell, de La Bomba, mientras Loli Barbero —«¡córtame el pelo!»— recuerda cuando «me pasé dos días rezando de rodillas».
«Un día vimos pasar un matrimonio de turistas por delante de la ventana [el colegio estaba en la esquina del bar La Estrella del puerto] y mi amiga Teresa y yo nos pusimos a bailar sevillanas sobre las mesas. Cuando nos vio la señorita Carmen, avisó a la madre superiora, sor Margarita, que nos castigó durante dos días», explica Loli entre las risas de sus compañeras, antes de rematar con un «¡nunca más volví a bailar!».
«Esta sí que era buena», asegura Loli, señalando a Eularieta, que reconoce que «lo peor que hice fueron los traus (ojales) que nos enseñaba a hacer la señorita por las tardes».
«Por las mañanas dábamos todas las asignaturas», recuerda la maestra, para explicar los horarios y temarios de la época en que «por las tardes se daban las clases de caligrafía o de ‘labores’, mientras una de las alumnas pasaba el Rosario». «También aprendíamos a escribir a máquina», añade Loli, mientras recuerda que «la maestra era sor Catalina y, cada vez que me equivocaba, me daba una buena clotellada».
Entre el torrente de anécdotas que recorrió la mesa durante la noche, circuló la que Loli bautizó como «el WhatsApp de aquellos años», para describir cómo ella misma hacía de mensajera entre su amiga Teresa y quien, en parte gracias a este servicio de mensajería, se convertiría en su marido, Manolo. «Cada vez que Manolo pasaba por debajo de mi balcón por las mañanas, me llamaba para que le dijera algo a Tere y, por la noche, cuando volvía a pasar, yo le daba la respuesta de Tere», explica entre las risas de sus compañeras y el cierto sonrojo de su amiga Teresa.
No consta hasta qué hora estuvieron brindando las chicas de San Vicente de Paúl junto a su maestra, pero sí queda claro el ambiente de alegría y buen humor. «No te creas que somos siempre así», advertían algunas, mientras celebraban una vez más una amistad que ya supera el medio siglo.