La aventura de Mauricio Medrano (Argentina, 1958) sobre una bicicleta comenzó hace ya muchos años, cuando él era apenas un niño en Argentina. Desde entonces no ha parado de recorrer kilómetros y kilómetros encima de su bici, que le han llevado a viajar por gran parte del mundo en sus particulares travesías, algunas de más de un millar de kilómetros. A sus 66 años de edad prácticamente recién cumplidos, no parece estar ni medianamente cerca de frenar en su ímpetu viajero por ninguna circunstancia, sino todo lo contrario. De muy pequeño, cuando todavía estaba en Primaria, se embarcó en su primer viaje en bicicleta, como tantos otros, con un campamento. Lo hizo desde su San Francisco natal, en la provincia de Córdoba, hasta la ciudad de Miramar, a unos 150 kilómetros de distancia. Sería esta la primera aventura de muchas, que le llevarían a recorrer gran parte del continente americano: Bolivia, Chile, Perú o el sur de Argentina.
«Cuando vas en coche, o en autobús, pones la música que quieres, el perfume que quieres en el coche, y el paisaje lo ves a través de la ventanilla, como si fuera un vídeo. Cuando viajo en la bicicleta yo siento el sonido de los pájaros o el perfume del ambiente», explica Medrano, sobre estos viajes, a lo que añade que «al ir despacio puedo ver las flores, o pararme en el camino, sacar una foto y volver al camino de nuevo. Me gusta viajar despacio, ya sea con la bicicleta o a través del río, remando».
Las circunstancias de la vida le han traído hasta Ibiza. Primero fue una de sus hijas la que llegó a Ibiza, quien luego animó a su otro hijo a venir a la isla. Ahora ha estado de vacaciones en Europa, aprovechando para ver a otra de sus hijas, que vive en Alemania, en la ciudad de Leipzig. El viaje más largo que ha hecho a lo largo de su vida, justamente el último, surgió precisamente con la idea de unir estos dos puntos mediante su bicicleta. Sin embargo, sus ideas se truncaron, por lo que ideó una nueva ruta y viajó en barco hasta Barcelona y posteriormente hasta Roma, para emprender un recorrido de más de 2.000 kilómetros.
«Primero fui a Asís, el lugar donde nació San Francisco de Asís, luego me fui a Loreto, a ver la Virgen. Llegué hasta Conna, donde me encontré con un primo de mi madre. Después de ahí me fui a Venecia, donde vivía mi consuegra y aproveché para visitarla. De ahí fui hasta Génova, donde también tenía un viejo amigo. De ahí cogí un tren, porque iba justo de tiempo, y seguí recorriendo la costa sur de Francia: Mónaco, Niza, Marsella... hasta Barcelona, donde tomé el barco de vuelta hasta Ibiza». Así explica Medrano su travesía, quien destaca la buena voluntad de la gente que se encontró por el camino.
Sobre cuál es el viaje que más le ha impresionado, no sabe especificar uno. Explica que la mayoría los ha realizado en Argentina «un país enorme, de más de 5.000 kilómetros, en el cual no tiene nada que ver el paisaje o el clima tropical del norte con el sur». Sin embargo, sí que destaca algunos puntos de su país natal que le sorprendieron especialmente a su paso, como las montañas de Aconcagua, las cataratas del Iguazú o el glaciar Perito Moreno.
Kinesólogo
Pese a su pasión por la bici, su verdadera profesión es la medicina. Él es kinesólogo, una especie de fisioterapeuta, además de médico y profesor de Educación Física. Por ello, sabe de la importancia de esta actividad física para conservar un buen estado de salud. «Yo tengo 66 años y sigo yendo todos los días con mi bici. Tengo gente de mi edad que ya ha fallecido. En todo el mundo la gente se está muriendo por problemas en el corazón. Dentro de los factores de riesgo está que la gente no hace actividad física», explica.
Sobre cómo se toma su familia estos particulares viajes, comenta Medrano que es algo que ya tienen asumido, tanto la que fuera su mujer, con quien guarda una «excelente relación», como sus cinco hijos. «Al principio se asustaban, en esa época no había internet, no había teléfonos. Una de mis hijas se preocupaba especialmente. Pero cuando ya llevaba unos cuantos viajes empezaron a estar más tranquilos, a saber que yo me apañaba bien solo».
Sus viajes muchas veces los plantea con todo a bordo de su bicicleta. Es decir, con lo necesario para montar una carpa y dormir en cualquier lugar. Sin embargo, esta última vez su hija le había reservado los diferentes alojamientos a lo largo del camino. Sin embargo, esta manera de viajar no termina de convencer a Mauricio: «Primero el precio, con la carpa me paro en cualquier sitio, haya camping o no, no tengo que ir pagando alojamiento. Pero, sobre todo, porque no me siento en la necesidad de llegar a ningún lado. Si se me pincha una rueda o me caigo no pasa nada, no tengo prisa por llegar a ningún lugar».
La bici no ha sido el único medio de transporte no convencional que Medrano ha utilizado para estas travesías. Desde el lugar donde él vive hasta Iguazú hay cerca de mil kilómetros de distancia a través del río, que él realizó a remo. Un total de quince días de viaje durmiendo en una carpa, y teniendo en cuenta las posibles dificultades que pueden surgir por el camino «si se levanta viento y se pone picado el río, te pones en cualquier orilla y te resguardas hasta el día siguiente».
Su paso por la Ibiza también lo ha aprovechado para disfrutar de su isla, como no puede ser de otra manera, junto a su bicicleta. De ella destaca «todos los paisajes bonitos que ha encontrado», haciendo especial hincapié en algunos de ellos. Medrano destaca «las playas, que son muy lindas, los bosques de pinos, y los caminos curvados que van por esos bosques».
Medrano está a punto de partir hacia su Argentina natal, sin saber muy bien todavía cual va a ser su próximo viaje, pero con la seguridad vital de que todavía le quedan muchos kilómetros por recorrer y otros tantos sitios por descubrir, ya sea sobre una bicicleta o gracias a los remos.