Mayo es ese mes en el que la huerta se queda un poco a medio camino. Las verduras de invierno ya han pasado, y las del verano todavía no han llegado. Las coles, las espinacas o las coliflores se espigan, y los tomates, pimientos o calabacines aún no están listos. Por eso, muchos agricultores lo llaman «el mes del hambre».
Aun así, la tierra siempre guarda recursos. Entre lo poco que sigue saliendo en esta época, destacan dos productos que no suelen ser los protagonistas pero que merecen más atención: el colinabo y el níspero.
El colinabo es una verdura que, hasta hace poco, apenas se veía en los mercados. Su aspecto raro y su nombre no ayudaban mucho, pero poco a poco ha ido ganando sitio. Tiene un sabor suave, que recuerda un poco al nabo, pero más dulce, y se puede comer tanto crudo como cocinado. A la plancha está especialmente bueno. Cada vez más gente lo prueba y repite. No solo porque está rico, sino también porque su cultivo suele estar ligado a huertas ecológicas.
Y ahí entra un tema importante. En la agricultura ecológica, no se alimenta directamente a la planta, como pasa en la agricultura convencional, sino al suelo. Se pone compost, que alimenta a los bichos y microorganismos que viven en la tierra, y ellos se encargan de transformar eso en lo que la planta necesita. Es un proceso más lento, pero también más natural. El resultado no solo es una verdura con más sabor, sino un suelo sano y lleno de vida.
El otro protagonista de mayo es el níspero. Es de las primeras frutas dulces que aparecen cuando empieza a subir la temperatura. Su temporada es corta, así que hay que aprovecharla. El problema es que muchas veces se vende demasiado verde, y así sabe poco o directamente mal. Un níspero bueno tiene la piel un poco manchada, incluso con alguna picadura de pájaro. Ahí es cuando está en su punto justo: dulce, jugoso y con ese toque ácido que refresca.
Tanto el colinabo como el níspero tienen algo en común: están fuera del foco, pero cumplen su función. Son de temporada, tienen sabor y ayudan a mantener una alimentación más variada y equilibrada. Comer productos que tocan según el momento del año no es solo una cuestión ecológica.
También es más lógico. El cuerpo pide unas cosas en invierno y otras en verano, y la naturaleza suele darlas justo cuando hacen falta.
Así que sí, mayo es una especie de «tierra de nadie» para la huerta. Pero también es un buen momento para descubrir sabores distintos. Porque la tierra siempre tiene algo que ofrecer.