Nicolau explica tranquilamente ante un entregado público alguna de las características que hacen especial a la Torre des Carregador -hoy en día más conocida como Torre de sa Sal Rossa-. Sin embargo, esta apacible explicación es interrumpida, de sopetón, por unos fuertes gritos. Espada en mano, y envuelto en una túnica y un pañuelo que indican que el hombre llega desde lejos, se abalanza al lugar donde Nicolau realizaba la explicación. Una vez ahí, entre amenaza y amenaza, explica lo difícil que era para los corsarios como él, querían saquear los cargadores de la sal, debido al complejo sistema de torres de defensa de la costa de la isla. «Las torres de defensa se conectan la una con la otra, para avisarse entre ellas y, desde lo alto de Dalt Vila se pueden ver hasta Ses Salines», explica, resignado Abdalà.
Todo esto no es más que una pequeña muestra de la representación teatral que se sucedió durante la mañana del domingo, en la cual el público fue trasladado con maestría a la época en la cual la isla de Ibiza tenía como principal fuente de ingresos el negocio de la sal. Y lo hizo haciendo hincapié en dos lugares tan importantes para entender esta historia como son la Torre des Carregador y la iglesia de Sant Francesc de s’Estany.
Ésta fue la manera para poner el punto y final al ciclo de Teatro en Primavera, impulsado por el Ayuntamiento de Sant Josep. A las 11.00 horas, el autobús partía del hipódromo de Sant Jordi hasta la torre, donde los actores Miquel Vingut y Esperança Llorenç les esperaban, caracterizados de Antònia y Nicolau, a los cuales se les uniría Juanjo Rivera, caracterizado de Abdalà primero y de Antoni Vallmajor después.
Tras la actuación en sa Sal Rossa, la interpretación se trasladaba a la iglesia de Sant Francesc donde, Nicolau, el encargado del campanar, explicaba las diferencias entre las maneras de tocar las campanas de acuerda a la función que tenía esta llamada, que bien podía ser para ir a misa o anunciando un funeral.
La acción se trasladaba al interior de la iglesia donde Neus Torres, directora y guionista de la obra, explicaba alguna de las características esenciales del lugar. «Es una iglesia pequeña, sin ninguna gran pieza patrimonial, pero si con un cáliz que fue entregado por el rey Alfonso XIII, que sigue conservando su sello», precisó. Ésta, y alguna otra curiosidad sobre la discreta iglesia de Sant Francesc, como que su interior alberga una estalagmita que se cree que fue trasladada desde sa Cova Santa, o que el presbiterio fue quemado durante el desarrollo de la Guerra Civil.
Con todo, las 40 personas que acudieron a la actividad - las plazas se agotaron rápidamente- combinaron entretenimiento con historia de la isla. Actividades que, desde el Consistorio josepí esperan poder repetir por la buena acogida que han tenido.