Juegos infantiles, la tan clásica misa y un broche de ball pagès, siempre acompañado de los clásicos bunyols. El organigrama habitual de las festividades de la isla ha puesto el cierre a las fiestas del barrio de sa Capelleta. Como ya es tradición, este barrio de Vila celebra su día grande con motivo de Sant Cristòfol cada 10 de julio, en honor a su patrón.
La jornada comenzaba con una serie de juegos tradicionales que sustituyen de esta manera a los clásicos juegos de agua, suspendidos este año con motivo de la sequía que azota la isla. Estos juegos de agua han sido sustituidos por mesas de ping-pong, redes y raquetas de bádminton, circuitos interactivos y talleres infantiles para que los niños y niñas del barrio disfrutaran en el parque Reina Sofía, a las puertas de la muralla.
Una vez los más pequeños ya habían disfrutado de sus juegos, a las ocho comenzaba la misa, en el interior de La Consolación, en la que se rendía homenaje a Sant Cristòfol. Dirigida por Miguel Ángel Riera, párroco de Santa Cruz, y acompañado de unos coristas que ensayaban antes de la misa, explicaba la historia, precisamente, de esta capelleta. Aunque desde Roma en 1933 se ordenara la construcción de una iglesia en honor a la Santa Cruz, en esta capelleta se rendía homenaje a Sant Cristòfol, como se sigue haciendo.
Una vez terminada la misa, poco después de las nueve, era el turno de uno de los elementos más distintivos de las festividades de la isla, el ball pagès. En este caso era la Colla de sa Bodega quien se encargaba de poner el toque de folklore particular con sus bailes que el público disfrutó con una degustación de los tradicionales bunyols. Una quincena de miembros de esta colla hacían las delicias de un numeroso público entregado al espectáculo.
De esta manera el barrio de sa Capelleta puso el cierre a tres jornadas festivas que comenzaron el lunes y que prometen volver el año que viene.