En uno de los puestos del mercado de Santa Eulària, el melón reclama esta semana todo el protagonismo. Su piel amarillenta y anaranjada y su aroma dulce anuncian que el verano ya se ha asentado.
El agricultor explica que se trata de un melón de temporada, de los híbridos que plantan casi todos hoy en día para asegurar una buena cosecha. Comenta que las plantas vienen preparadas para resistir y dar fruto rápido. «Así funciona todo ahora, las plantas ya no son como antes», dice mientras muestra la pulpa jugosa de uno de ellos.
Sin embargo, para él, los verdaderos tesoros aún no han llegado. Habla de los melones antiguos que estarán disponibles más o menos en una semana. Son parecidos a estos, pero con un color verde extraño, menos atractivos para la venta. «Son feos, pero su sabor es impresionante», asegura. Explica que son variedades que llegaron a Formentera hace más de un siglo y que con el tiempo se adaptaron al clima extremo de la isla. «Aquí el sol quema las piedras. Si no resiste, la planta se muere. Así se selecciona lo mejor», dice.
Entre el despliegue de frutas, destaca algo que a muchos les sorprende: este melón híbrido dura apenas dos o tres semanas antes de estropearse, pero los antiguos podían colgarse en el almacén y comerse en Navidad o incluso en abril, sin perder firmeza ni sabor. «Este año, en abril, me comí el último. Siguen igual de dulces meses después», dice mientras acomoda los melones en la caja. Son melones de piel rugosa, menos bonitos, pero con un dulzor que quien los prueba repite.
Entre tanto, varias señoras escuchan las explicaciones del agricultor. Una de ellas observa el montón de melones y pregunta curiosa si ya hay alguno de esos que menciona. «Me encanta que expliques estas cosas. No sabía que hay melones que duran tanto. Normalmente a las pocas semanas, si no lo has comido, lo tienes que tirar», comenta mientras elige uno de la caja. Otra mujer, que espera para pagar, dice: «Uy, yo no sé distinguirlos. Siempre le pregunto a él cuál coger», dice señalando al agricultor.
Mientras los coloca a la sombra para que se mantengan frescos, el agricultor continúa atendiendo a quienes se acercan buscando la fruta más veraniega o, por lo menos, la más refrescante.