Entre días de lluvia, alertas meteorológicas y cielos grises, el viernes se abrió un paréntesis de luz. El sol brilló sobre Santa Gertrudis como si supiera que ese día no podía fallar. Tocaba la comida de los mayores de Cala de Bou y Port des Torrent. En el restaurante Jardins de Fruitera, con su fachada de piedra y sus ventanales que miran al campo, se respiraba alegría. Un poco de brisa, buena temperatura y muchas ganas de verse las caras.
Más de 230 personas se reunieron en un comedor repleto, con las mesas redondas vestidas de blanco, los platos de picoteo listos —boquerones en vinagre, aceitunas y alioli— y los camareros moviéndose de un lado a otro sirviendo vino, cerveza o refrescos. Era un mediodía de fiesta, de los que se esperan con ilusión y se disfrutan sin prisa. «A mí me gusta juntarme con los vecinos, pasarlo bien, y sobre todo tener salud para seguir viniendo», decía Antonio Lozano.
Un día marcado en el calendario
La jornada empezó temprano, con misa y la proyección de un documental antes de sentarse a la mesa. «Estos días me encantan», contaba Manolo, mientras saludaba a uno y otro. «Llegas aquí, ves a gente que hacía tiempo que no veías, y eso me llena».
La regidora de Acción Social de Sant Josep, Marilina Serra, recordaba la importancia de mantener este tipo de encuentros dentro de las fiestas de cada pueblo: «Es fundamental dedicar un día a nuestros mayores, a quienes lo han dado todo. Es una forma de agradecer y devolverles un poco de lo que han hecho por todos». A la comida pueden acudir todas las personas jubiladas o mayores de 65 años, y como cada año, también se hace un reconocimiento especial a las parejas que celebran más de medio siglo de matrimonio, que este año fueron Antonia Macías y Francisco Domínguez, Jose Ramiro Jiménez y María Josefa Martínez, y Manuel y Juani.
Conversaciones en la mesa
El menú incluía arroz a la marinera, carrilleras de ternera y un surtido de postres, con las tradicionales ensaimadas que reparte el Ayuntamiento al final. En cada mesa, las conversaciones fluían con la naturalidad de quienes comparten décadas de vecindad.
No faltaban los veteranos del grupo, como Juan Lara, que recordaba entre bromas los años que lleva en la isla. «Soy de Andalucía, pero llevo aquí más años que un garrobo», decía entre carcajadas, mientras sus amigos lo picaban. «Esto es para disfrutar, para reírnos y olvidarnos de todo por un día», añadía Paco, su compañero de mesa.