El colegio Cervantes de Sant Antoni celebró ayer su tradicional jornada de convivencia, una cita ya consolidada en el calendario del centro, que reúne cada año a alumnos, familias y profesorado con el objetivo de fortalecer los vínculos dentro de la comunidad educativa.
A pesar de la lluvia, las actividades se desarrollaron con normalidad gracias a la previsión de la organización, que había preparado un plan alternativo para realizar la mayoría de los talleres bajo techo. «En principio no hemos tenido que suspender nada. Algunas actividades de exterior se han reprogramado, pero todo está funcionando bien», explicó el director del colegio, Carlos Gómez, quien destacó el carácter participativo y festivo de la jornada.
El encuentro, que se celebra cada año en el colegio, incluye propuestas diseñadas tanto por el claustro de profesores como por las propias familias. «Nos gusta que este día sirva para vernos en otro ambiente, más lúdico y relajado. Nos ponemos cara, convivimos y reforzamos la relación entre todos los que formamos parte del centro», añadió Gómez. Entre las actividades que se han llevado a cabo este año destacan talleres de henna, pintura de camisetas, chapas, maquillaje con spray y elaboración de brochetas de fruta, además de una minidisco organizada por madres del colegio y una gincana temática de piratas en el patio infantil, coordinada por un grupo de padres. «Ha sido una jornada muy completa», señaló el director, quien agradeció la implicación de las familias, «que se vuelcan cada año y hacen posible que esto funcione».
Una de las actividades más llamativas fue la realización de un graffiti en uno de los muros del colegio con el nuevo lema del centro: Aprenem, cooperem i transformem. Cervantes, més que un sentiment. El mural fue guiado por un artista grafitero local con la ayuda de los alumnos. Además del mural, el lema también fue elaborado en letras de hierro por un padre del alumnado, que se dedica profesionalmente a este material. La obra, indicó el director, se inauguró durante la jornada en un pequeño acto simbólico en el que participaron profesores, estudiantes y familias. Otro de los espacios más concurridos fue el mercadillo solidario, donde alumnos y familias pudieron vender libros, juguetes y otros objetos de segunda mano a precios simbólicos. La recaudación, subrayó, se destinará a reducir los costes del viaje de fin de curso del alumnado de sexto.
«Es una forma de que los niños aprendan el valor del esfuerzo y la cooperación. Entienden que el viaje tiene un coste y que con su implicación pueden contribuir a hacerlo más accesible para todos», precisó el profesorado, resaltando que más allá del componente festivo de esta actividad, la iniciativa tiene un marcado propósito pedagógico.