La mañana de este miércoles de Nochebuena la Villa del Río se llenó de expectación con la anunciada visita de Papá Noel. Desde primera hora, decenas de niños y niñas, muchos de ellos con sus cartas bien sujetas entre las manos, aguardaban la llegada del personaje más esperado de la Navidad, acompañados de padres, abuelos y cámaras de móvil preparadas para inmortalizar el momento.
Aunque la cita estaba prevista para las 11 de la mañana, la aparición de Papá Noel se hizo esperar algo más de lo previsto. Fueron cerca de cuarenta minutos que, para los más pequeños, se convirtieron en una auténtica prueba de paciencia. Durante ese tiempo no faltaron las miradas inquietas, los balanceos nerviosos y alguna que otra reflexión en voz alta sobre si todas las travesuras del año habrían sido debidamente perdonadas desde Laponia.
Entre los niños que aguardaban se encontraba Max, que sostenía su carta con firmeza y no perdía detalle de lo que ocurría a su alrededor. «Tengo muchas ganas de verle para darle mi carta. He pedido un dinosaurio, un coche de Rayo McQueen y una pistola de juguete», explicaba con una mezcla de ilusión y determinación, sin que la espera pareciera hacer mella en su entusiasmo.
La incertidumbre llegó a ser tal que ni siquiera la Policía Local de Santa Eulària pudo dar pista alguna sobre el paradero de Papá Noel durante esos minutos de tensión infantil. Sin embargo, cualquier atisbo de preocupación se disipó de inmediato cuando, desde la calle de Sant Jaume, comenzó a escucharse el inconfundible «¡ho, ho, ho!», recibido con aplausos, gritos de alegría y más de un salto espontáneo.
Acompañado de su paje real, Papa Noel realizó un rápido recorrido por las calles del municipio, saludando a su paso antes de anunciar que el encuentro continuaría unos minutos más tarde en el Teatro España, donde se llevaría a cabo la esperada entrega de cartas. La comitiva se dirigió entonces al recinto, seguida por un animado grupo de familias.
A partir de las 12 del mediodía, Papá Noel recibió a los pequeños de la Villa del Río uno a uno, escuchando atentamente sus deseos, repartiendo sonrisas y posando pacientemente para las fotografías. El acto estuvo conducido por el mago Albert, que se encargó de dinamizar la mañana con bromas, comentarios cómplices y trucos de magia que arrancaron carcajadas tanto a niños como a adultos.
Pese a la espera inicial, la visita concluyó con un ambiente festivo y distendido, dejando claro que la magia de la Navidad sigue muy presente en Santa Eulària. Una mañana especial en la que la ilusión fue la gran protagonista y en la que, finalmente, Papá Noel cumplió con su cita más importante: escuchar a los niños y recoger sus deseos para la noche más esperada del año.
En un barrio de un pueblo perdido de Centroamérica le ponen más esmero. Los niños no votan. los pensionistas comilonas y bailes, y mas aun en campaña electoral.