Toni Alba y Julia García aterrizaban en Ibiza por primera vez en el año 1985 para trabajar en el hotel de la Cala de Sant Vicent, Toni como maître. La pareja jienense de la Puerta de Segura se estableció un año más tarde en Benidorm, aunque Toni, desde su primera experiencia en Ibiza, nunca dejó de hacer planes de futuro en la isla. «Fue un día que fuimos al mercadillo hippie cuando acabamos por casualidad en Cala Pada», recuerda Julia respecto a su primer verano en Ibiza en 1985.
En esa visita casual a Cala Pada, la pareja pudo conocer el souvenir que los de Can Parot habían montado en su propia casa, a pocos metros de la playa. «A mi marido le gustó mucho ese sitio desde el primer momento y, cuando un par de años después se enteró de que habían cerrado el souvenir, decidió montar aquí un chiringuito», relata Julia sin dejar de reconocer que «yo no quería, me daba mucho miedo embarcarme en algo así, pero él lo abrió igualmente».
Toni Can Parot
De esta manera, en mayo de 1988 abría sus puertas el bar restaurante Toni Can Parot en Cala Pada.
«Durante los primeros años abríamos siempre el 2 de mayo, justo después del Día del Trabajador, y pasábamos toda la temporada hasta justo antes del Día de Todos los Santos, el 31 de octubre, cuando siempre he querido estar en Los Santos de Jaén. Más adelante empezamos a abrir en Semana Santa, pero seguimos cerrando por las mismas fechas». Así explica el ritmo de vida de temporada que siguieron Julia y Toni durante años entre Ibiza y Benidorm, mientras la familia iba creciendo con el nacimiento de su hija Lourdes y su hijo Toni, que crecieron verano tras verano en el negocio familiar.
Respecto a los cambios que ha sufrido el negocio a través de las décadas en Cala Pada, Julia resume la evolución con un simple «solo hemos cambiado las sillas. Si va bien, ¿por qué vamos a cambiar?».
Cápsula del tiempo
Esta cápsula del tiempo en plena playa, «que tampoco ha cambiado apenas», sigue conservando el mismo mobiliario, la misma barra, la misma carta y el mismo espíritu que impuso Toni, presente en fotografías antiguas que decoran el local, hasta su fallecimiento en 2001.
Aunque podría defenderse que la estrella de la oferta del Toni de Cala Pada son los calamares a la plancha, Julia asegura que «cualquier cosa que se pidan nuestros clientes acaba siendo la estrella de nuestra carta para ellos, ya sea un lenguado, una dorada o una pechuga a la plancha».
Al hablar de su clientela, Julia también se refiere a «clientela de toda la vida» al hablar de «familias de turistas que repiten todos los años. Algunos de ellos se van alojando en otros lugares de la isla, otros se compran casa —como la de la pechuga a la plancha, que se compró una casa en Talamanca—, pero siempre que vienen a Ibiza vienen a visitarnos para vernos y ponernos al día». Esta relación de amistad con su clientela extranjera se ve también reflejada a través de las generaciones, «los hijos de nuestros primeros clientes se pasaban el verano jugando con los nuestros. Han mantenido siempre la amistad y ahora siguen viniendo con sus propias familias e hijos».
«No ha cambiado nada»
Sobre el secreto a la hora de mantener la fidelidad de su clientela a través de las décadas, Julia señala fuera con el dedo para indicar otro ingrediente fundamental: «solo tienes que mirar allí fuera, la playa tampoco ha cambiado nada». Efectivamente, un vistazo a la playa con tres jóvenes familias jugando con sus hijos en la arena y dos grupos de chicas jóvenes dorándose tranquilamente al sol, inmersas en un silencio que apenas rompen las olas de un mar en completa calma, bien puede evocar esa Ibiza de los años 80 con un turismo familiar y discreto.
Entre esas jóvenes familias se encuentra la de Sarah y Adam, que descansan de la intensa construcción de castillos de arena junto a los pequeños Vincent y Frances, tomando un helado y un refresco en el bar Toni. «Mi primer viaje fuera de Inglaterra fue con 12 años, cuando vine con mis padres a Ibiza», recuerda la joven británica para explicar que «por eso hemos querido que el primer viaje de nuestros hijos fuera de Inglaterra también fuera aquí».
Clientela internacional
Corina y Lika son holandesas y visitan Ibiza por primera vez. Se hospedan cerca de Cala Pada y se relajan tomando un café por la mañana en el Toni, que conocieron el día anterior, nada más llegar a Ibiza. «Es la segunda vez que venimos, pero estamos seguras de que vendremos cada día mientras estemos en Ibiza», aseguraba Lika, mientras Corina añadía que «seguramente vengamos varias veces al día». Entre los valores que destaca la pareja de amigas están «el buen trato, el buen café y la buena cocina», aunque subrayan que el entorno es «’no nonsense’ (expresión inglesa que se puede traducir al español como ‘sensato’, ‘práctico’ o ‘sin tonterías’) y sin música: totalmente relajante».
Rachel también es holandesa y asegura que lleva más de una década «enamorada de Ibiza», donde se casó y donde se ha terminado comprando una casa porque «estoy segura de que acabaremos viviendo aquí en el futuro». La admiración por Ibiza de Rachel la ha llevado a traerse a su hermana a «mi segunda casa» para superar «una mala época». «Es la primera vez que vengo a Ibiza y ya estoy segura de que voy a volver», reconoce Chloé con un gesto de calma y felicidad. Sobre el bar en el que se toman «la primera sangría del día, la mejor de todas las sangrías, antes de irnos a dar un baño», la pareja de hermanas coincide en apuntar «la buena atención y profesionalidad del servicio», además de la calidad de la sangría.
No toda la clientela del bar Toni de Cala Pada es extranjera, y Miguel Ángel es un ejemplo. Este madrileño afincado desde hace años en Es Canar es un habitual: «vengo dos o tres veces a la semana, a descansar después de correr un rato o a tomarme una cerveza: es el único lugar del mundo que conozco donde te puedes relajar tomando una Mahou con los pies en la arena».
Perfecto reportaje para comprender el porqué los autóctonos de la isla se están teniendo que ir forzosamente.