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«De la cafetería Milán han salido matrimonios»

Vicent ha sido testigo de cerca de cinco décadas tras la barra de la cafetería Milán

Vicent ‘Milán’, tras la barra de la cafetería en la que lleva cerca de 50 años. | Toni Planells

| Ibiza |

Vicent Losa (Ibiza, 1959) se acerca al medio siglo tras la que, probablemente, sea una de las barras más antiguas de Ibiza: la barra de la cafetería Milan, ubicada en la Vía Púnica. Desde allí ha visto pasar a varias generaciones de estudiantes y vecinos del barrio, siempre bajo el mismo decorado que resiste el paso del tiempo.

¿Cuándo empezó a trabajar en esta cafetería?
— Yo comencé como camarero en 1975, hace ya unos 47 años.

¿Éste fue su primer trabajo?
— No, cuando terminé el colegio en 1973 empecé a trabajar en un hotel, el Hotel Marítimo, donde estuve un año y medio. Tampoco ha sido mi único trabajo; estuve más de 10 temporadas compaginando mi trabajo como camarero aquí con el trabajo en el aeropuerto como maletero. En el aeropuerto hacía solo media jornada, pero aquí la hacía completa.

Pero la cafetería estaba aquí antes de que usted empezara a trabajar.
— Así es. De hecho el año que viene, el día 8 de agosto, hará 50 años que abrió.

¿Tiene previsto hacer alguna celebración?
— A ver qué pasa. Porque yo ya estoy mirando mi jubilación, que podría jubilarme en unos meses, aunque el contrato termina a principios del año que viene. Hasta entonces, ya veremos.

¿Quién la abrió?
— Abrieron Pep y Joan. Lo montaron a medias con el dueño del local, Rafel Marí. El local ahora es de su hija, Juana María.

Entró como camarero. ¿Cuál ha sido la evolución hasta que se ha convertido en el responsable del negocio?
— Entré al poco tiempo de haber abierto, pero estuve como camarero hasta 2010, que entré como socio con Pep Saliner, Sali, tras la jubilación de Joan en 2009. Ahora hará unos siete años que estoy yo solo.

En casi cinco décadas no sólo se mantiene el camarero de siempre. La decoración parece que también ha variado poco.
— Es exactamente la misma que el día que se abrió. Eso sí, lógicamente se ha tenido que ir cambiando la tapicería de las sillas o de la barra y mantenerlo, pero son los mismos muebles. No sólo los muebles: todo lo que ve, salvo alguna máquina que se ha tenido que renovar, es de aquella época. Desde los baños hasta la barra o la cristalera y el aluminio de la entrada. Todo es del primer día.

Una decoración que ha acogido a varias generaciones. Más de una vez me ha contado mi madre que venían aquí cuando se saltaban las clases.
— [Ríe] Seguro que la conocí en esos tiempos. En aquella época se juntaban las chicas de las monjas, los del Seminario y muchos de los que iban al instituto de Santa María. Piense que entonces no había tanto coche y muchos de los que venían al instituto desde Santa Eulària u otros pueblos se hacían el día entero por Vila hasta que salía el autobús.

¿Se podría decir que entonces era un bar más juvenil?
— Había de todo. Lo que sí que es verdad es que esto era un local de moda y de lo más moderno en la época y no sólo por la decoración. Piense que en el año 73 todavía había muchas casas que no tenían nevera y aquí, desde el primer día, ya había aire acondicionado. No me extrañaría que fuera de los primeros bares de la isla en tenerlo. En ese momento, Rafel Marí era el dueño de Gasifred y puso lo mejor que había en el momento.

Siendo tan moderno y con la juventud de los institutos seguro que el ambiente sería divertido.
— [Ríe] Cuando hay chicas ya se sabe y la Consolación está aquí al lado. De la Milán han salido muchos matrimonios y parejas, más de uno y más de dos. Seguro que hay ‘hijos de la Milán' por ahí. A saber si tu madre y tu padre en esos tiempos... [ríe].

¿Cómo ha variado la clientela a través de los años?
— Ahora es más sénior y no tan júnior. Ahora esta cafetería no tiene atractivo para la gente joven, que prefieren otro tipo de locales más modernos. Durante una época tuvimos muchos profesores en la hora del recreo, pero ahora los controlan más y no pueden venir igual. Ahora tenemos a mucha gente del banco, trabajadores de por aquí, la gente de las academias y del barrio en general. Sigue habiendo buen ambientillo.

¿La peor época que ha vivido tras la barra?
— Sin duda, la de la pandemia. Piense que en 2020 estuvimos cerrados desde el 15 de mayo hasta junio y después otra vez hubo que cerrar todo el mes de noviembre. Después en 2021 tuvimos que cerrar desde el 6 de enero hasta el 23 de mayo. Económicamente ha sido muy duro.

Ha hablado de su jubilación, ¿qué pasará entonces con la Milán?
— Habrá que ver qué quieren hacer los propietarios. Seguro que le salen muchas novias, pero eso ya serán asuntos de otros, no míos.

¿Cuáles serán sus asuntos?
— Aprovecharé para hacer cosas que no me ha dado tiempo a hacer, como viajar. Que ni me acuerdo de la última vez que salí de Ibiza.

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