José María Rodríguez (Ibiza, 1970) es un apasionado del baloncesto. De esta manera ha dedicado buena parte de su vida al arbitraje en este deporte, en el que ha llegado a pitar a la selección española.
— ¿Cuándo llegó su familia a Ibiza?
— No te sabría decir el año. Pero sí que creo que fue una de las primeras familias gitanas que llegó a Ibiza. Éramos 10 hermanos. Mi padre era Alejo y mi madre Josefa, y vinieron de Baza, un pueblo de Granada.
— ¿A qué se dedicaba su padre?
— Antes de venir a Ibiza no lo sé. Pero una vez aquí, mi padre era el que se cuidaba del campo viejo del Ibiza, cuando estaba al lado de lo que ahora es el Mercat Nou.
— ¿Vivían en Vila?
— Sí, en el barrio de sa Penya. Allí se vivía muy bien, tengo muy buenos recuerdos de allí, para mí era el mejor sitio. Cuando yo era pequeño podías dejar la puerta de casa abierta y no pasaba nada. El barrio entero era como una familia. Convivíamos gitanos y gente ibicenca sin ningún problema. Te podría nombrar a Pepita, a Toni, que era pescador, y muchos más con los que convivíamos desde que era pequeño. Allí nos pasábamos el día jugando en la calle, a fútbol, a la peonza, a correr por las calles. Hasta que me metí a árbitro cuando era muy joven.
— ¿Cuándo empezó a arbitrar?
— Con 16 años ya estaba arbitrando en la segunda división de baloncesto a nivel nacional. Dos años más tarde, con 18, pude pitar a la selección española. También pité a la selección búlgara, la italiana, la argentina, la yugoslava y unas cuantas más. Pude arbitrar a gente como Villacampa, Solozábal o Petrovic.
— ¿Cómo se siente uno pitando a estas leyendas?
— ¡Uf!, tuve que echar a Petrovic en el minuto cinco del partido. La gente me quería matar, pero es que hizo algo muy grave: escupió por detrás al primer árbitro y como yo lo ví no me quedó más remedio que echarle. También he pitado a gente como Paco Vázquez, que somos amigos, incluso a Ricky Rubio, que jugaba con los cadetes del Barcelona y ya se le notaba al niño.
— ¿Podía vivir del arbitraje?
— Pitando partidos de segunda sí que se podía vivir. Cada partido serían unas 10.000 pesetas. Yo viajaba mucho a pitar a Mallorca, también pitaba los de tercera.
— ¿Tuvo muchos momentos de tensión como árbitro?
— Claro. Muchos. Hubo una vez que no sé ni cómo salí vivo de Mallorca. Fue en la final de un campeonato de Baleares. Jugaba el 30 de mayo, que era un equipo ibicenco, contra un equipo mallorquín, creo que era el Patronato. Los otros árbitros eran mallorquines y siempre han barrido mucho para casa. Yo les avisé que se estaban pasando y estaban machacando al equipo ibicenco. Me cansé y, a falta de pocos minutos, les pité dos técnicas, una contra el banquillo y otra a un jugador. Reconozco que la del banquillo sí fue justa, la otra no tanto. Pero es que ya me habían cansado. La cuestión es que el 30 de mayo ganó el campeonato y la Guardia Civil me tuvo que acompañar y escoltarnos para salir y llegar hasta el aeropuerto.
— Entonces, ¿es cierta la clásica queja ibicenca de que los árbitros mallorquines barren para casa?
— Sí, a los equipos ibicencos siempre los han machacado en Palma. Da igual el deporte del que estemos hablando, siempre ha pasado igual. Eso sí, cuando iba yo ya sabían que no podían hacer nada conmigo. Para ser árbitro de baloncesto hace falta tener mucho carácter, si no te comen vivo.
— No me ha contado cómo se enganchó al baloncesto...
— Me enganché gracias a Tasio, un maestro que tenía en el Portal Nou cuando iba al colegio. Yo pitaba, me vio y le gustó que tuviera carácter, así que habló con el presidente de la federación para que me examinaran, y así lo hice.
— Entiendo que Tasio fue una figura importante para usted.
— Así es. Para mí, Tasio fue como un segundo padre. Era una gran persona, duro, pero siempre ayudaba a la gente. Él fue quién me metió el gusanillo por el baloncesto, que ha sido mi vida durante muchos años.
— ¿Sigue con su afición al baloncesto?
— Ya no pito, tengo una edad que ya no puedo correr como lo hacía antes, ni seguir el ritmo que llevaba. Cuando me perdí el nacimiento de mi segunda hija decidí dejarlo. Sí que sigo los partidos y voy a verlos siempre que puedo.
— ¿Cómo está el baloncesto en Ibiza?
— Está pasando un momento más bien malo. Ha bajado mucho por la mala gestión de la federación. En Ibiza ha habido momentos muy buenos, tanto para el baloncesto masculino como para el femenino, había muchísimo nivel en equipos como el Tánit o el PDV. En el tema de árbitros tampoco está mejor, antes estaba David Cota, Chino, yo mismo y muchos más, pero ahora tienen que traerlos de Palma. También es verdad que ahora en San Antonio están haciendo un trabajo magnífico. Creo que pueden llegar lejos.
— ¿Qué hace falta para recuperar el nivel de baloncesto en Ibiza?
— Hace falta que se motive a los chavales. Que los profesores de gimnasia le enseñen. Como hacía con nosotros Tasio, que enseguida que podía federar a uno de nosotros lo hacía. Tasio estaba en Portal Nou y en la Consolación (de dónde salieron las jugadoras del Tánit), pero también había otros profesores con el mismo talante, como Rafa, que estaba en el colegio Juan XXIII o Javi, de Sa Real.