Cruz Cabezas (Magaz de Cepeda, León, 1958) llegó a Ibiza en 1981 con los estudios de Información y Turismo bajo el brazo para trabajar la temporada turística. Más de cuatro décadas después siguen en Ibiza, como una ibicenca más, enamorada de la cultura y de la tradición de la isla.
— ¿Dónde nació?
— En un pueblo de León que se llama Magaz de Cepeda.
— ¿Estudiaba en el mismo pueblo?
— A la hora de estudiar, cuando acabas el colegio, nos teníamos que ir a Astorga. Que era el pueblo más cercano en el que podíamos seguir estudiando en el instituto. Cada día había que coger el tren cada día. Para continuar haciendo estudios superiores ya había que irse a León. Allí ya tenías que buscarte piso para compartir, como se hace ahora y se hizo siempre, vamos.
— ¿Estudió usted en León?
— Sí. Hice tres años de Información y Turismo en León antes de venir a Ibiza. Allí trabajábamos a la vez que estudiábamos. Normalmente, los trabajos que conseguíamos era de servicio doméstico y, muy frecuentemente, a los mismos profesores de la facultad, o para algún amigo suyo. Te trataban mucho mejor que los que te contrataban fuera de ese ámbito, que te trataban de otra manera menos correcta.
— ¿Vino a Ibiza a trabajar al acabar sus estudios de Turismo?
— Sí. Vinimos mi amiga María Luisa y nuestros novios a hacer la temporada a los hoteles en 1981. No te creas que el hecho de tener estudios significara que ibas a trabajar en recepción. Ni mucho menos. Si no venías recomendado por alguien, daba igual que hablaras idiomas, te contrataban como camarera de pisos. Era el hotel Los Loros, en Santa Eulària, que ahora es el Sol Beach House, allí estuve unos tres años.
— ¿Le frustró tener que trabajar como camarera de piso y no como recepcionista?
— No. No me frustró. De hecho era guay: venir a Ibiza con tu novio a trabajar, eras joven y no, no me frustró. Veníamos todas las temporadas.
— ¿Estuvo todas las temporadas en el hotel como camarera de pisos?
— Estuve tres años en los pisos. Siempre pedía que me pusieran en oficina o en otro sitio, pero no era nada fácil. Si no venías recomendado por alguien, era muy complicado. Es como funcionaba. El tercer año me ofrecí a hacer turno en la recepción sin cobrar nada. Así que ese año, tras hacer los pisos, me iba a hacer mi turno de recepción. Era la única manera de que vieran que era buena en eso, que sabía hacer el trabajo y hacer valer mis estudios.
— ¿Consiguió que le valoraran su trabajo por fin?
— Sí. Al año siguiente ya entré en recepción. Hacía de todo: entradas, salidas, cambiaba divisas...
— ¿Hasta cuando estuvo trabajando de temporada en el hotel?
— Hasta que mi amiga María Luisa me propuso ir a trabajar con ella a Flebasa, donde se había ido ella a trabajar. Era un trabajo para todo el año y, aunque ya estaba en la recepción del hotel, decidí ir a trabajar allí. Entonces ya me casé y me asenté en Ibiza. Lo que pasó es que, en un momento determinado, hicieron una reducción de plantilla y comencé a trabajar en Muebles Planells. Allí me quedé unos tres años hasta que un excompañero de Flebasa montó una gestoría y me ofreció ir a trabajar con él. Sería el año 93. El primer cliente que me tocó llevar fue Es Cucó. No he dejado de llevarlo hasta ahora, más de 30 años después. Ahora trabajando solo para ellos, claro.
— No es lo mismo llevar la contabilidad hoy en día que hace 30 años, ¿fue complicado adaptarse a la informática?
— Cuando empecé a trabajar en la gestoría no sabía absolutamente nada, claro. El primer tutorial que me hicieron fue para aprender a mover el ratón. ¡Imagínate!. Luego hice mil cursillos más. Yo venía de hacer la declaración de la renta con calculadora, era todo manual.
— ¿De la cuadrilla con la que vino, siguen todos en Ibiza?
— Sí, María Luisa sigue viviendo en Ibiza, aunque ese novio con el que vino no prosperó. El otro novio que vino, el mío, era Félix. Lo conocí estudiando en León y, tras trabajar en hoteles unos años trabajó también un tiempo en el Club Punta Arabí. Luego empezó a trabajar en una empresa de alquiler de coches, Unión, con la que lleva trabajando hasta día de hoy. Hasta día de hoy, también sigue siendo mi marido y el padre de mis hijos, Álvaro y Darío.
— ¿Cuándo vino a Ibiza, fue la primera vez que salía para trabajar?
— No. Durante las vacaciones del instituto estuve dos años haciendo la temporada en Suiza con mi padre. En Wengen, en un hotel donde trabajaba mi padre.
— ¿Qué hacía su padre en Suiza?
— Como tenía muchos hijos, no le quedó más remedio que salir a trabajar como emigrante, primero a Holanda y después a Suiza. Murió allí mismo, en Suiza, muy joven, con poco más de 50 años. Piensa que mi padre tuvo 12 hijos. De hecho, varios de mis hermanos han acabado viviendo allí. Marisol, por ejemplo, que se casó con un suizo y tienen un restaurante allí. Ernaldo también sigue allí, otros han ido volviendo.
— De los 12 hermanos, ¿qué puesto ocupaba usted?
— Yo el quinto. Era de las mayores. Me tocó ser siempre grande. No pude ser niña, siempre tuve responsabilidades. Imagínate mi madre, Elisa, era una mujer muy fuerte que se quedó viuda muy joven con, nada menos, que 12 hijos. Hoy en día está la mar de bien a sus 92 años en el pueblo. Decidió tener los hijos que Dios les diera, es muy religiosa, y ahora está recogiendo los frutos. Somos su bendición.
— ¿Está esperando jubilarse?
— Claro. Aunque en Es Cucó me han tratado como a una más de la familia, llega un momento en el que apetece descansar. Seguir participando en todo lo que he venido haciendo hasta ahora, dar catequesis, cantar en el coro. Me encanta todo lo ibicenco, cocinar los platos de aquí y conocer la cultura ibicenca. Me he sentido siempre más que integrada. Además, quiero aprender a tocar el piano, hacer mis manualidades y, sobre todo, visitar a mi madre más a menudo.