Toni Cardona Tieta (Vila, 1945) se dedicó durante décadas a la distribución de alimentos. Antes ejerció como camarero y como metre en los primeros hoteles de la isla. Testigo de la evolución que ha sufrido Ibiza en las últimas décadas, vivió la Ibiza vestida de payesa mientras llegaban los primeros biquinis a las playas ibicencas.
— ¿Dónde nació usted?
— Nací en lo que antes era un prado, al lado de Juan XXIII, en Vila. Mi padre, Vicent, era payés y, más adelante, trabajó para una empresa que se llamaba Faustino Tur cuidando de las fincas de los Tur de Montis. También tuvimos un autoservicio y bar en Puig d'en Valls, Can Tieta. Mi madre, Catalina de Can Negre, era ama de casa, pero, en realidad, fue una verdadera ‘madre coraje' y muy preparada y moderna para su época (nació en 1914). Era matançera, comadrona, bordaba, cosía, agujereaba orejas, ponía inyecciones, iba en bicicleta… Vistió de payesa muchísimos años, pero, con la llegada de la ‘modernidad', cuando mi hermana gemela, Rita, y yo tendríamos seis o siete años, empezó a vestir ‘de Vila'. Más adelante también empezó a trabajar en la lavandería del hotel Ibiza Playa. Aprendí mucho de ella.
— ¿Creció en Vila?
— No. Me crié en Sant Jordi, en el barrio de Sa Carroca, en un terreno que nos compramos allí y donde nos hicimos la casa.
— ¿Fue al colegio de Sant Jordi?
— Sí. Pero solo hasta los 10 años, entonces fui a Artes y Oficios con Rafael Zornoza. Fue un gran profesor, lo que aprendí fue gracias a él. A la hora de elegir una especialización, opté por delineante. Pero no llegué a terminar. Estuve allí hasta los 14 años.
— ¿A qué se dedicó entonces?
— A trabajar, claro. Empecé como camarero en el recién abierto Hotel Figueretes, en 1959. Prácticamente toda la plantilla que trabajábamos allí, salvo dos o tres, que eran de la Península, éramos de Sant Jordi y d'Es Plà de Ses Salines.
— ¿Cómo era la zona de Figueretes en esos años?
— No había ni carretera. Se puede decir que el hotel estaba allí solo, detrás había unas cuevas de las que se sacaba arcilla y un kiosco, que era de Mirolles. Lo único que había era una finca donde el payés sembraba cebada y trigo. Además, estaba todo lleno de higueras, claro. Por eso se llama Figueretes. Con el tiempo, en la casa payesa se montó un restaurante chino, a hacer calles, urbanizar y construir hasta convertirse en lo que es ahora.
— ¿Trabajó mucho tiempo en el Hotel Figueretes?
— Hasta 1966, que Julià Verdera abrió su segundo hotel, el Ibiza Playa, y me fui allí. Cambié de hotel pero no de jefe. Julià Verdera fue el mejor jefe que he tenido en mi vida, una grandísima persona. Estuve trabajando para él durante 15 temporadas. Se preocupó de formarnos en la escuela de hostelería y llegué a ser metre. Además, Julià fue quien me introdujo en la directiva del Ibiza cuando era presidente. Tuve una trayectoria muy larga, más de 30 años, en el Ibiza como directivo. Conocí a muchísimos presidentes (Verdera, Miró, Bragantini, Mariano Noguera, Moreres…) hasta que me desencanté cuando echaron a Elcacho a la calle y lo dejé.
— ¿Qué opina de la evolución del equipo en estos últimos años?
— Que está todo muy liado. La culpa de todo es del Ayuntamiento, que debería haber puesto más seriedad y no haber marginado al otro equipo de esa manera. Ibiza necesita más deporte.
— ¿A qué se dedicó al dejar el hotel?
— A la alimentación. Estuve compaginando los dos trabajos un par de años, no se cobraba paro en invierno. En 1971 ya me había casado con Pepita y, con una hija, Fina, decidí aceptar el trabajo para todo el año que me ofreció Fernando Ferrer en Benirràs Alimentación. Al poco tiempo llegó Vicente Pardo y compró la empresa. Pardo sería el segundo mejor jefe que he tenido.
— ¿A qué se dedicaban?
— Éramos mayoristas. El intermediario entre los productores y la restauración. Yo era el jefe de compras. Junto a Pardo, en 1986, monté una empresa que se llamaba Exclusivas Tieta. Teníamos las representaciones de las marcas más importantes (Cuétara, La Española, Solán de Cabras…) y nos convertimos en la empresa de alimentación número uno de Ibiza. También montamos Distribuciones Tieta, para dar servicio solo a la hostelería. He sido el rey de la alimentación en Ibiza durante 40 años.
— ¿Cuál fue la clave de su reino?
— Trabajar con las mejores marcas y tener las mejores empresas. También supimos modernizarnos, tuvimos de los primeros ordenadores. Además, montamos otras empresas como distribuciones Es Freus con Xicu Ferrer, Joan Prats y Huertas. Pero también, esta por mi cuenta, monté Limpiezas Puig d'en Valls además de otra más en Formentera con Bartolo Mayans.
— ¿Duró mucho su reinado?
— Estuvimos desde 1986 hasta 2010. Aunque fuimos los más fuertes, con el tiempo, fueron llegando otras empresas de fuera, Garau de Mallorca o Aves Chico, que vino de Valencia. Ahora ‘los jefes' son ellos. Yo me jubilé. A mi hija, Fina, no le interesaba, había estudiado otras cosas. Mi hijo, Toni, tiene una enfermedad mental y está con Amadiba.
— Su vida, ¿cambió mucho al cambiar el hotel por la distribución?
— Mi vida cambió mucho cuando me casé con Pepita, que me arregló un poco la cabeza. Entonces senté la cabeza, hasta ese momento fui un poco ‘bala perdida'. Cuando era metre, ¡imagínate!, salíamos cada día. Eran los tiempos de salir de palanca y las noches de fiesta terminaban ya de día. El día 15 ya estábamos sin un duro (ríe). Salíamos por el Lola's, La Cueva, el Xaloc, el Yumas… Pero nuestro fuerte era el Mar Blau, en Los Molinos. No nos perdíamos una.
— Ha visto cambiar Ibiza de una manera considerable durante esos años.
— Así es. Como decía Moreras, «he conocido cinco Ibizas» (ríe). Vimos como cambiaba todo, de una Ibiza payesa a una Ibiza moderna. De ver solo a mujeres vestidas de payesa a ver a las extranjeras en biquini. Y es que, antes, ni siquiera se iba a la playa. Nosotros íbamos a Salinas solo para verlas. Pero todo ha cambiado mucho, un chico que ahora empieza a trabajar como camarero, no tiene las mismas posibilidades que tuvimos nosotros. Si cobra 1.500 euros, no puede ni pagarse la vivienda, ¿cómo van a pagar 1.000 euros de alquiler, más todos los gastos?. Así, vamos mal. No me extraña que falte personal por todos lados.
— ¿Cultivó alguna afición?
— Claro. Aparte del fútbol he sido muy aficionado a las motos y también a los caballos trotones. Llegamos a comprar una yegua entre unos cuantos amigos, Ripoll entre ellos, que teníamos la sede en el bar que teníamos en Puig d'en Valls, el bar Can Tieta. Se llamaba Umbrela, el jinete, Joan Mayol, era buenísimo y ganó muchísimos premios cuando se corría en el hipódromo de Can Bufí.