Confeccionar trabajos a partir de sentimientos y percepciones y extraer arte requiriendo únicamente la naturaleza son las dos premisas básicas en las que se emplean los once floristas profesionales que asisten a clase desde ayer en Can Marines. Las instalaciones del Consell se han convertido hasta el próximo lunes en el aula del grupo que bajo las enseñanzas de José María Ventura intentan profundizar en los secretos de este sector. El año pasado realizaron un seminario «de base» que les ha permitido ascender en un grado superior. Se trata del primero de un conjunto de tres apartados que se desarrollarán durante los próximos doce meses con idéntica intensidad. Cuatro horas por la mañana y cuatro por la tarde es «la única forma de obtener logros significativos», recalcaba el maestro.
En estas peculiares clases se trabaja, fundamentalmente, «con el paralelismo y los efectos», apuntaba el profesor. Es decir, se utilizan diversos instrumentos como la música o los espejos para conseguir ilusiones. Así, la luz o el agua se hacen realidad a través de apreciaciones o vegetación propia de zonas húmedas.
El secreto reside en que cada uno confecciona a partir de sus propias emociones, dando lugar a resultados tan variados como los sueños de Carmen, María, Peter o Nieves.
La primera experiencia les ha obligado, por ejemplo, a adentrarse en la finca de experimentación y usar los elementos del entorno. En los próximos días, flores secas, ramas e incluso frutos secos darán complejidad -«diseñamos un proceso de dificultad gradual», señalaba el monitor- y belleza a cada uno de los trabajos.