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Pistolas ibicencas del siglo XVIII para el Museu Etnològic

Una restauradora se encarga de recuperar todas las armas antiguas que donó Julián Verdera al Museu Etnològic d'Eivissa

La historiadora y arqueóloga María José Escandell durante la restauración de una de las piezas donadas por Julián Verdera al museo. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

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A principios de este siglo, pasear por los pueblos de Eivissa era más bien arriesgado. No era el salvaje Oeste americano, pero se le parecía bastante, puesto que andar por la calle con un arma encima era de lo más normal. Tanto era así, que la Guardia Civil acostumbraba a efectuar redadas entre los jóvenes que salían de misa los domingos, como señala la directora del Museu Etnològic d'Eivissa, Lina Sansano. Con el paso del tiempo, esta ruda costumbre desapareció, y las armas fueron quedando en desuso, escondidas en los baúles. Julián Verdera, un vecino de Eivissa, se llevó una buena sorpresa cuando, hace pocos años, descubrió uno de estos arsenales enterrados en el suelo de uno de sus hoteles de Figueretes. Las armas, una impresionante colección de pistolones, escopetas y trabucos, todavía funcionaban, a pesar del óxido acumulado con el tiempo. Manuel y Catalina, los hijos de Julián Verdera, han decidido ceder temporalmente esta colección al Museu Etnològic, para que las restaure y los exhiba en sus vitrinas.

Las escopetas y las pistolas están ahora en manos de María José Escandell, historiadora y arqueóloga especializada en restauración, quien se ocupa estos días de dar lustre a todas estas armas. Entre éstas, según explica, hay varias cutxurrillos "pistolones-, de fabricación ibicenca. Las piezas más antiguas datan del siglo XVIII y XIX y cuentan con varios detalles decorativos, como empuñaduras grabadas con ornamentos florales, por ejemplo. «Las hay de muy diferentes tipos de construcción», comenta Escandell, quien reconoce haber tenido que estudiar bastantes libros para devolver las piezas a un estado aceptable. A pesar de todo, varias de éstas son ya irrecuperables para su principal función, el disparo, puesto que sus más de 100 años las han dejado inservibles. En la colección hay, además, dos «pistolas de señorita», muy pequeñas, y que acostumbraban a empuñar las mujeres. Entre las joyas, destaca un revolver cuya empuñadura está fabricada en nácar; algunas cuentan con un detalles grabados en plata y otros metales nobles, lo que obliga a extremar la precaución durante el tratamiento, puesto que si fuera muy agresivo, estos detalles desaparecerían, como señala esta especialista.

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