Don Carnal, el alma de estas fiestas, ha muerto. Su cuerpo no ha aguantado tanta rumba. Los excesos comenzaron el pasado sábado en la rúa de Eivissa, donde algunas personas le vieron en un estado de evidente embriaguez del brazo de un teletubbie y un pitufo; sus andanzas continuaron el martes, en los carnavales de Sant Antoni y Santa Eulària. Al final, su cuerpo dijo basta. Sus despojos, convertidos en una monumental sardina de metro y medio, quedaron ayer expuestos en el paseo Vara de Rey para que sus allegados lo lloraran. Una cohorte de plañideras, de riguroso e impecable luto, lo veló durante unas horas, mientras el grupo teatral «Foc i fum» se encargaba de arrancar algunas sonrisas entre tanto llanto al centenar largo de chavales que se reunió en el paseo. En el escenario, varios miembros de la formación repartían fotocopias de la esquela en la que se certificaba la defunción del rey de este Carnaval. A pesar de todo, algunos de los niños no comprendían la solemnidad del momento y continuaban con su fiesta.
Los actos "fúnebres, aunque festivos" continuaron con la comitiva de todos los asistentes hasta el puerto de Eivissa, donde se celebró el funeral por don Carnal. La banda Ciutat d'Eivissa se encargó de tocar los acordes más solemnes para el paseo de la sardina por los muelles. Unos zancudos personajes se ocupó de animar a todas las personas que seguían la marcha.
El Ayuntamiento de Eivissa "que por primer año ha organizado este curioso entierro, de mayor implantación en las localidades peninsulares" quiso respetar la última voluntad de tan querido personaje, así que procedieron a incinerarlo en la plaza de sa Riba, entre los gritos de todos los asistentes. Los promotores de esta iniciativa aprovecharon las candentes brasas que dejó don Carnal para asar nada menos que 500 kilos de sardinas que repartieron entre el público, acompañadas del correspondiente pan y vino. l O. Ribas