Cuando Juana Gomila comenzó a dar sangre en la Cruz Roja estaba asustada. El líquido rojo le producía mareos sólo de verlo. Por eso, su marido, José Riera, y el resto de socios de la Asociación de Donantes de Sangre la entretuvieron contándole chistes para que se riera. La experiencia no le pareció desagradable. Todo lo contrario: Juana se ha convertido en la mujer que más donaciones ha hecho en las Pitiüses y una de las primeras de Balears, con nada menos que 70. Su marido tampoco se queda muy atrás, puesto que ya ha alcanzado las 73.
«Da una satisfacción enorme saber que estás ayudando a salvar la vida de mucha gente. Es un acto anónimo y que no busca ningún tipo de reconocimiento por parte del que la recibe», explica esta mujer, que regenta junto a su esposo una tienda de fontanería en Eivissa.
Juana guarda muchas anécdotas de todos estos años de colaboración con la Asociación de Donantes de las Pitiüses, pero hubo una que le tocó directamente el corazón: «Un día llevamos a mi suegra al hospital para que la tratarán de cuatro úlceras de estómago. Estaba muy mal, y le tuvieron que hacer una transfusión. De pronto, cuando me fijé en la bolsa me quedé sorprendida al reconocer el número de donante. Le estaban poniendo mi sangre», explica.
Este matrimonio asegura que dar sangre ni duele ni deja mal cuerpo. Ni siquiera los primeros minutos, cuando aparece un pequeño mareo. «Todo está muy bien controlado por los médicos, que vigilan la salud de los donantes; si ven que no te encuentras bien, no permiten la extracción. Además, si pasa algo, te llevan directamente a Can Misses, sin pasar por ninguna sala de espera. Aunque yo, la verdad, nunca he tenido el más mínimo problema», comenta Juana. Su marido apostilla una cosa bastante divertida: «A veces, después de llenar la bolsa, nos íbamos todos de juerga, así que ya te puedes imaginar lo que duele».
Los dos quieren dejar este aspecto bastante claro por una razón: la media de edad en la Asociación de Donantes de Sangre aumenta cada vez más, y no parece que se vaya a producir un relevo generacional, al menos por ahora. Muchos de los socios rondan ya la edad máxima permitida para donar sangre "65 años" y los chavales de menos edad parece que no conocen el servicio que da esta organización de la Cruz Roja. «Vienen pocos, aunque alguno llega. Lo bueno es que cuando alguno se apunta, siempre se trae a un par de amigos, que acaban apuntándose», señala Juana.