María José, Cati, Pepita, José Luis y Pilar son algunos de los «padres» que ayer esperaron un tanto nerviosos y espectantes la llegada del vuelo procedente de Palma de Mallorca con los 10 pequeños saharauis que formarán parte de sus familias hasta el próximo 7 de septiembre.
Los niños saharauis, visiblemente cansados tras un largo día de viaje en el que hicieron escala en Argel para pasar la noche y el Palma de Mallorca antes de aterrizar en Eivissa, se mostraron muy nerviosos e inquietos a la hora de reencontrarse o conocer a sus familias y separarse de sus compañeros de viaje.
Loreto Mayol, presidenta de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en las Pitiüses, confesó en el momento de poner en contacto a los pequeños con sus familias de acogida que «están cabreados por la incertidumbre que este cambio supone para ellos», cosa que resulta normal durante los primeros días de convivencia.
Este verano han sido únicamente una decena, siete niños y tres niñas, los que han acudido a Eivissa y Formentera a disfrutar de unas «vacaciones en paz», nombre que recibe el programa que trae desde hace varios veranos a 10.000 niños saharauis a las distintas comunidades autónomas españolas.
A lo largo de estos dos meses de convivencia en el seno de las familias «adoptivas» los pequeños además de desarrollar las actividades de la vida cotidiana participarán en distintas actividades lúdicas y visitas culturales a museos, ayuntamientos e incluso una salida en barco a Formentera.
Para la vicepresicenta de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui, Cristina Saénz, el principal objetivo de esta iniciativa «es proteger a estos niños de verano inóspito de los campos de refugiados en los que viven con más de 50 grados, y darles las infraestructuras y alimentos que no tienen». De hecho, Sáenz señaló que tras estas vacaciones «los pequeños vuelven con dos o cuatro kilos y centímetros más, vestidos, calzados y con material escolar» además de enseñar a las familias adoptivas a valorar más las cosas.