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El centro ibicenco del vino

Sant Mateu se convierte por décimo año consecutivo en el escenario de una fiesta en la que los caldos payeses son los protagonistas

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Sant Mateu celebró ayer la décima edición de la fiesta del vino. Lo que en 1990 comenzó siendo una cata de caldos particular, de la que sólo participaban los vecinos de la localidad, actualmente se ha convertido en sitio obligado de paso para muchos pitiusos que encuentran en esta celebración un motivo para escapar del tedio de la temporada de invierno. Las instalaciones deportivas de Sant Mateu fueron ocupadas por cientos de personas, quienes disfrutaron del vi pagès y de las viandas que se ofrecieron como acompañamiento.

Veinte personas de Sant Mateu se encargaron de aportar el vino que después, desde las seis de la tarde, los visitantes catarían en porrones. En el centro de la pista deportiva se ubicaron las parrillas que sirvieron para improvisar las torradas a base de pan y sobrasada. Mientras la gente iba haciendo acto de presencia en el lugar una orquesta comenzó a amenizar la noche. Interpretaron canciones para todos los gustos, lo que sirvió de acicate para que los allí presentes movieran el esqueleto.

«Aquí la gente viene a pasarlo bien; el vino es gratis, se puede beber lo que se quiera y esto es lo que ha ayudado a que con el paso de los años Sant Mateu se llene de personas», señalaba el presidente de la Asociación de Vecinos, Juan Bonet. Y es que en sólo diez años este acto se ha convertido en sitio de referencia obligado en el calendario encuadrado en la temporada baja. Los vehículos se acumulaban en las cunetas de Sant Mateu, desde su entrada hasta la salida. Pese a que la tarde estaba fresca no fue ápice para que los pitiusos se acercaran a Sant Mateu.

Los caldos se cataron durante horas y con el paso de los minutos se comprobaron las consecuencias. La tonalidad rosácea del vi pagès quedó plasmada en la ropa de los visitantes. La última gota provocó más de un lamparón. Pero lo importante era bailar, conversar y pasarlo bien. El humo que salía de las parrillas indicaba desde lejos dónde era el lugar de la convocatoria. Los visitantes pudieron adquirir la sobrasada a precios populares. Se colaboraba de esta manera con los gastos que se habían generado para organizar el acto. El lote incluía un trozo de sobrasada, un pincho para depositarla sobre el fuego y pan.

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