Apocos metros del faro del Cap de Barbaria y frente a Migjorn descansa, a 28 metros de profundidad, el agotado casco del arrastrero formenterés 'Pepito y Teresa', después de más de 30 años de servicio y un último viaje en el que fue remolcado por su sucesor, 'La Punta Gavina'. A las 14.20 horas de ayer, Jesús Valera, capitán marítimo de las Pitiüses, y Virginia Marí, inspectora de pesca del Consell Insular, certificaron el hundimiento del citado pesquero en las coordenadas 38o40'20'' de longitud Norte y 01o28'00'' de latitud Este. Allí yacerá por siempre, figurando en las cartas de navegación y sirviendo de arrecife artificial a los peces.
El 'Pepito y Teresa' inició su última singladura saliendo del puerto de la Savina amarrado costado con costado con La Punta Gavina. Una vez superada la bocana del puerto, los tripulantes pasaron a remolcar el arrastrero por detrás. De esta forma, se produjo el viaje de ida a la zona designada por la Direcció General de Pesca, de hora y media de duración, mientras que Rogelio Marí Serra, uno de los propietarios, se dedicaba a realizar los últimos trabajos. Con ellos despojó al 'Pepito y Teresa' de los últimos enseres, como la balsa de salvamento, la rueda del timón y la radiobaliza, entre otros.
Una vez alcanzada la zona del hundimiento la tripulación procedió a colocar los barcos de nuevo, costado con costado, para facilitar las tareas de hundimiento. Se retiraron los últimos aparejos y Rogelio procedió a realizar una serie de orificios en el casco del barco, de modo que se facilitase su hundimiento. Este fue uno de los momentos más intensos, puesto que en un principio el agua entraba lentamente. Para ayudar se conectó la bomba de achique de 'La Punta Gavina', para introducir agua en el viejo arrastrero. De esta forma, y con la ayuda del oleaje el casco del 'Pepito y Teresa', se fue llenando de agua.
Una vez comprobado que la vía de agua era lo bastante grande, la tripulación procedió a remolcar el barco unos 50 metros más hasta la posición exacta designada para el hundimiento. A partir de ahí las labores se redujeron a esperar que el agua hiciera su trabajo. Los dos hermanos propietarios de la embarcación contemplaban atentamente el proceso, y lo mismo hacían el resto de tripulantes. También presenciaron la operación, los ocupantes de una lancha y de uno de los barcos de la escuela de buceo de Formentera, que colaboraron buscando la localización exacta con la ayuda del GPS.