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La cruz de una jornada interminable

Empresarios que amenazan con despidos y piquetes que rayan la violencia agravan el conflicto

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«No tengo ni chispa de ganas de venir aquí. ¿Qué te crees? Si no lo hago puedo pagar las consecuencias». Así respondía ayer un chófer que consiguió entrar en el aeropuerto con escolta de la Guardia Civil a los intentos del secretario general de UGT, Diego Ruiz, para que se sumase a las reivindicaciones de los manifestantes y no permitiese que cargasen maletas y pasajeros. El sindicalista aseguró que las amenazas de despido se habían producido y muy especialmente en una empresa concreta.

Las escenas de tensión se sucedieron durante todo el día, no sólo entre transportistas sino con los conductores de furgonetas privadas que cargaban las maletas de los turistas colapsados. Un punto crítico llegó cuando un sector de piquetes interrumpió la salida de una furgoneta que llevaba un turista con una minusvalía. «You're been so cruel», gritó la guía del touroperador inglés encargada del visitante. «Estas furgonetas no son servicio público y no vamos a permitir que hagan de puente entre el aeropuerto y los autobuses», remarcaron los huelguistas.

Dentro del colectivo de piquetes informativos hubo argumentos muy dispares para persuadir. «O te vas o te quedas -dijo uno increpando al conductor de una furgoneta- pero dí algo porque si no, te vamos a hacer una avería en el coche». Otros, en cambio, explicaron, educados, los motivos de la huelga: «Queremos una jornada regulada porque el exceso de horas que hacemos pone en peligro la vida de los usuarios».

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