Detrás de un buen plato de rovellons de la tierra hay muchas pisadas y horas de rastreo por los suelos de nuestros bosques en los que se esconden los ejemplares de esta preciada seta, que puede alcanzar precios astronómicos en el mercado por esta misma razón: el gran esfuerzo que supone dar con unos cuantos kilos para preparar un buen entrante o plato. Pepe, Mariano, Toni, Joan y María son un ejemplo de cinco aficionados a los paseos por el monte y a la búsqueda de rovellons desde hace muchos años que en los meses de otoño aprovechan su tiempo libre para relajarse y hacer un poco de ejercicio mientras buscan estos preciados tesoros.
«Para mí es uno de los mejores pasatiempos porque además de caminar y hacer ejercicio físico casi sin darme cuenta, hace que me olvide de lo que me preocupa y respire aire puro», resume Mariano. Todo un lujo que es gratuito y que encima les permite disfrutar de uno de los mayores placeres de este mundo: la gastronomía. A punto de finalizar el otoño, la temporada de las setas más conocidas de las Pitiüses también está a punto de concluir con un balance, según los iniciados, un tanto flojo: «Este año no ha habido muchos porque ha llovido poco, por eso es más complicado dar con ellos», explicó Pepe, que ayer pudo comprobar junto a sus compañeros de expedición que los rovellons se camuflan entre la maleza. «Otros años era mucho más fácil dar con ellos pero esta temporada han salido pocos y las piezas que quedan están muy escondidas», especificó Mariano.
Como buenos aficionados al monte Pepe, Mariano, Toni, María y Joan dedican muchas horas a ojear con minuciosidad el terreno por el que pisan removiendo y levantando con cuida-allí por donde pisan hasta dar con los pequeños tesoros. «A veces te puedes tirar un buen rato sin encontrar nada, pero otros, de repente, aparecen zonas en las que abundan», explica Toni, que junto a sus compañeros peinó una conocida zona de Mala Costa en Sant Carles, conocida por los aficionados a las setas, en la que ayer abundaban caminantes por sus laderas.
«Cada semana vamos a una zona diferente, eso sí, siempre en grupo, porque para adentrarse en el bosque es mejor hacerlo en compañía para mayor seguridad», dice Joan en el momento de descanso de una jornada maratoniana que comenzó a las 8'30 de la mañana. Es a mediodía cuando se hace un pequeño parón para reponer fuerzas con un poco de butifarrón, sobrasada y queso y un poco de vino para hacer un pequeño recuento de la recolecta para continuar hasta las 15'00 o las 16'00 horas dependiendo de la abundancia o no de setas en el terreno.