Si hace tres años alguien hubiera advertido a Juan Sureda de la odisea que iba a pasar para soterrar 10 kilómetros de tendidos eléctricos, probablemente habría dimitido como presidente de la asociación de vecinos de Santa Agnès. Siendo de los pocos miembros de la entidad que dispone de electricidad desde hace lustros, no se le pasaba por la imaginación que llevarla a 60 casas del vecindario supondría semejantes quebraderos de cabeza, aunque, eso sí, la mala suerte se ha cebado con ellos desde el principio. Tampoco pensó que, paradojas de la vida, el apoyo del músico Michel Cretu, tan denostado (al menos hasta entonces) por la mayoría de los vecinos, por los ecologistas y por los medios de comunicación, sería crucial para que la luz llegara a tantos hogares. Hasta ahora llevan tres años de trámites y obras y casi 200 millones gastados, pero la luz no alumbra aún en todas las viviendas.
En principio, el proyecto iba a costar 68 millones de pesetas. El tendido sería aéreo y contaba con importantes subvenciones del Govern (50 millones, que luego quedaron en 30, prometidos por el ex conseller d'Agricultura, José Juan Cardona) y del Ayuntamiento de Sant Antoni (20 millones). Pero la moratoria de julio de 1999 trastocó todos los planes: de hacerse el tendido, tendría que ser enterrado, circunstancia que encareció sobremanera el proyecto, que pasó a costar 150 millones (82 más que inicialmente). Como las subvenciones tenían fecha de caducidad (15 de noviembre), el proyecto hubo de ser revisado prácticamente de un día para otro para cumplir los plazos.
El segundo tropiezo fue con el entonces conseller insular de Medi Ambient, Joan Buades. Le presentaron el proyecto de soterramiento para intentar sacarle una subvención: «Nos dijo -explica Sureda- que éramos muy inteligentes por haber acudido a él. Después de ese día nunca más le volvimos a ver. Nunca más nos dijo nada. Intentamos ponernos en contacto, pero siempre salía por peteneras». Los políticos, la compañía Gesa, las empresas encargadas de la obra, incluso los propios vecinos no paraban de poner pegas. Lo que en principio parecía un sencillo proyecto para hacer llegar la luz a 60 familias se complicaba día a día.
Pero el momento más delicado llegó el pasado invierno. Las subvenciones se cobran a factura pagada y les faltaba justificar 50 millones para que el Govern les diera los 30 millones prometidos, cuyo plazo se agotaba. Es entonces cuando entra en escena Michel Cretu, puesto en la picota por haber cortado un camino vecinal y por haber construido una mansión allá donde, según se dice en una sentencia, no se podía. Cómo era prácticamente imposible que un banco concediera un préstamo de 50 millones a los vecinos, estos recurrieron al multimillonario músico alemán, como si de un moderno Mr. Marshall se tratara.
Con diez días por delante para conseguir el préstamo, le conocieron a través del abogado de Cretu, Jaime Roig: «Cenamos con él (en su casa de Santa Eulària) y se lo planteamos, pero estaba reticente por los muchos problemas que había tenido con los residentes en esa zona. Finalmente accedió a firmarlo por seis meses», relata Sureda. En esos momentos, noviembre de 2000, confiaban en que el Govern les entregara la subvención prometida en menos de 90 días: «Pero pasaron las semanas y los meses , y el Govern no daba un solo duro. En Palma -cuenta Juan Sureda- decían que no tenían un duro, que no había partida». A los seis meses se vieron en el brete de pedir nuevamente a Cretu que renovara el aval, que volvió a caducar. El incumplimiento del Govern se alargó hasta el 2 de noviembre -un año después de lo acordado-, cuando al fin abonó lo prometido. La broma ha costado a los vecinos de Santa Agnès muchos disgustos y dos millones en intereses de mora.