El esqueleto de la discoteca Trancedance comenzó a ser demolido ayer a las nueve de la mañana, once años después de que una cuadrilla de obreros comenzara su construcción, frenética, día y noche, a sólo quince metros de los estanques de ses Salines. La de ayer fue la culminación de una década de lucha de progresistas y ecologistas, la caída de un símbolo que ninguno de sus protagonistas quiso perderse.
Una hora después de que las máquinas comenzaran a realizar los primeros trabajos llegaban al lugar la presidente del Consell, Pilar Costa, la consellera insular de Medi Ambient, Fanny Tur, el titular de la cartera de Ordenació del Territori, Josep Marí Ribas, y los dos últimos presidentes del Grup d'Estudis de sa Naturalesa (GEN), Marià Marí y Joan Carles Palerm. Este grupo ecologista fue, precisamente, el que junto a los vecinos de la zona y los responsables socialistas de la época iniciaron la batalla legal contra la empresa holandesa que deseaba construir una discoteca en plena área natural.
La única decepción de los presentes fue comprobar que la demolición sólo afectará al esqueleto del Trancedance, mientras que se preservará el Toromar, otra construcción atípica anexa. Según consta en el proyecto, una vez se eliminen los hierros y el hormigón esa superficie se deberá rellenar con limos de la zona, que se sacarán de las motas cercanas. Al menos se emplearán diez días en derribar la estructura y tres semanas en devolver al lugar su antaño esplendor.
La presidenta del Consell señaló que esta demolición fue uno de los objetivos que se propusieron los progresistas cuando llegaron al poder en 1999, ya que representaba uno de los retos de la lucha ecologista. Pilar Costa destacó la ardua labor desarrollada por técnicos y juristas del Consell para conseguir desbaratar las argucias legales empleadas por los propietarios durante el último lustro con el fin de impedir el derribo. También alabó la «perseverancia» del GEN.
Recuerdos y perspectivas de futuro
El episodio histórico de ayer dio pie a los presentes para
rememorar batallitas, como la de Marià Marí, ex presidente del GEN,
que sufrió arresto domiciliario de tres días por una pintada que
los ecologistas hicieron en una pared reclamando la demolición del
Trancedance. También estuvo presente Nieves Carmona (en la foto),
su propietaria desde hace cuatro años: «En todo momento hemos
colaborado con el Consell», señaló. Carmona quiere adecentar el
Toromar como «local juvenil».