El año pasado fallecieron 19 niños por maltrato en el entorno familiar, diez más que en 2000. En el 90 por ciento de los casos son los padres biológicos los agresores. Ni los compañeros sentimentales ni amigos de la familia como falsamente se cree. Estos son algunos datos de la revista médica «Jano» que el médico de la Unidad de Medicina Legal del Hospital General Universitario de Murcia y presidente del comité ético del mencionado centro sanitario, Rafael Pacheco Guevara, ofreció ayer en Eivissa durante la conferencia a facultativos de Atención Primaria de las Pitiüses patrocinado por ICN Ibérica y con la colaboración del Ib-Salut.
Pacheco defendió la necesidad de mentalizar sobre este problema, prevenir e «incitar a los médicos a actuar, pensar en los malos tratos, saber detectarlos y tener valentía para denunciarlos». Asegura que el todo el mundo sabe que el problema de malos tratos existe pero los médicos han de dar un paso más: «Todos están obligado a actuar cuando se produce una vejación, pero hay colectivos profesionales, como educadores y sanitarios, con especial sensibilidad».
Las víctimas niegan el maltrato cuando acuden a los servicios sanitarios, pero «las lesiones no se pueden negar porque son evidentes y la obligación del médico es ponerlo en conocimiento de la justicia la existencia de unas lesiones. La Justicia tendrá que aclarar si fue accidental o delictiva», explicó Pacheco. Aunque los médicos están concienciados con este problema puede ocurrir que pase desapercibido «en el marasmo de la cantidad de urgencias, la asistencia o las personas que encubren sus lesiones», por lo que insistió en que «el médico ha de ser sagaz para detectar los malos tratos».
Niños, mayores y mujeres son las víctimas, aunque en los primeros se ven situaciones muy dramáticas. En el caso de sebicia, maltrato infantil, hay una herida típica que hace sospechar que el cardenal no es producto de un accidente: Los niños cuando se accidentan se lesionan en piernas y brazos y cabeza, «pero no en los genitales ni en los glúteos», subrayó. Otras marcas que quedan son la huella de un cinturón, un cigarro o una plancha. Otro dato relevante es la actitud del niño cuando lo llevan al médico: «El menor cuando llega al hospital tiene temor a la institución, pero al que le están pegando se siente protegido. Busca el cobijo y el amparo de los profesionales».