«Al Rocío yo quiero volver a cantarle a la Virgen...», dice una de las conocidas estrofas de la Salve Rociera, que de nuevo cerró el acto litúrgico de la fiesta del Rocío en Sant Jordi (y ya van 15 años) y Sant Antoni (16).
Los devotos de la Virgen del Rocío que residen en Eivissa se colgaron al cuello la medalla de su cofradía y acudieron al pinar de es Port des Torrent y al descampado colindante al hipódromo de Sant Jordi para rendir culto a la Virgen. Polvo, trajes de faralaes, sevillanas, fino, jamón (cantidades industriales de jamón) y devoción, mucha devoción. Estos son casi todos los ingredientes de la fiesta que celebran los fieles de la Virgen del Rocío en Sant Jordi, Sant Antoni y en Almonte, epicentro de la fiesta en Andalucía, donde se encuentra el santuario del Rocío.
Más de un millar de personas siguieron ayer al mediodía con devoción, bajo un sol de estío, la eucarístía que ofició el obispo de las Pitiüses, Agustín Cortés, a ritmo de sevillanas, en un descampado del camino de Gamba Roja, en Sant Jordi. Los devotos acompañaron a la Virgen en procesión, acompañados por los tambores y las cornetas de la banda de ses Figueretes, hasta el altar habilitado para la ocasión. Antes, la noche anterior, hubo muchas horas de fiesta al son de la música de la orquesta Camicie. Los fieles, sin embargo, fueron puntuales para llegar a la hora de la liturgia. Tampoco faltó el grueso de las autoridades: la presidenta del Consell Insular, Pilar Costa, el alcalde de Eivissa, Xico Tarrés, la adjunta al Defensor del Pueblo, María Luisa Cava de Llano y, entre otros, el senador por las Pitiüses, Enrique Fajarnés.
Durante la celebración, el obispo bendijo las 10 medallas de los pequeños que este año se incorporan a la cofradía, incluida la de una devota procedente de Argentina. Después más fiesta en las casetas instaladas en el recinto para preparar el camino de regreso a la iglesia del Rosario en peregrinación con la Virgen a cuestas.