Una noche cualquiera de verano de 2002. El prestigioso disc jockey Roger Sánchez se pone al frente de los mandos del equipo musical de un conocido bar musical de Sant Antoni para poner ritmo a una publicitada pre-party. A lo mejor no hay ni 100 personas, cuando lo más normal es que la presencia de Sánchez arrastre una masa de adeptos a la música dance que prácticamente desborde la capacidad del local. Es un síntoma más de que algo no anda bien.
Más allá de los datos de ocupación de la primera quincena de junio (65'7 por ciento), los más bajos de las Pitiüses, la caída de la actividad turística en Sant Antoni se palpa en el ambiente. El bullicio del West End incluso ha venido a menos, lo que ha abierto una guerra de precios para salir lo menos mal parado posible de la recesión. Los empresarios ya han lanzado la voz de alarma y avisan de que vienen tiempos muy malos para el sector. La Asociación de Alojamientos Turísticos de Sant Antoni, una asociación que reúne a 37 establecimientos de carácter familiar, ya da por perdida este verano la venta de 3.000 plazas y advierte que aún hay hostales que no han podido abrir sus puertas por la falta de clientes. «Algunos han abierto sin tener nada contratado previamente, a la aventura», señala el presidente de este grupo de pequeños empresarios, Francisco Vallespir.
La cuesta de enero se ha prolongado al menos hasta los primeros días de julio. Nadie se atreve a aventurar lo que pasará en los próximos dos meses. El presidente de la Federación empresarial hotelera, Pedro Matutes, advierte, sin embargo, de que las expectativas no son nada halagüeñas, pero todo el mundo se aferra a estos 60 días para salvar la temporada más corta de la última década. «En mayo y junio no ha habido clientes y, por supuesto, sabemos que en septiembre y octubre tampoco los habrá», apunta el presidente de la Asociación de Establecimientos de Entretenimiento Turísticos de la bahía y Sant Antoni, Chris Langley.
La crisis azota a todo el sector, pero especialmente a los pequeños empresarios, muy nerviosos, en muchos casos, por la caída en los ingresos que se ha producido en junio. «Se nota que hay un estado de crispación generalizado entre los empresarios», opina un comercial de una de las discotecas más prestigiosas de Eivissa que frecuenta a diario los establecimientos turísticos de la localidad. La Asociación de Comerciantes de Sant Antoni cifra la bajada en la facturación en una media de un 35 por ciento, lo mismo que el colectivo de Establecimientos de Entretenimientos Turísticos de Sant Antoni. «Hay mucha menos gente y con un bajo poder adquisitivo», justifican, casi al unísono, aunque parezca de perogrullo, los sectores pulsados por este periódico. Las causas no son nuevas para nadie: la crisis generalizada, sobre todo en Alemania, la pérdida del turismo nórdico y centroeuropeo y, como no, la delincuencia e inseguridad ciudadana que cada vez repercute más en la reducción del mercado.
El hotelero de Sant Antoni Joan Bufí, hasta hace poco presidente de la Federación empresarial de los hoteleros, indica incluso que está cayendo el turismo joven. «Este mercado se ha abierto mucho y los problemas de inseguridad provocan que el turismo se desvíe a otros destinos como Grecia, Portugal o Chipre», explica. Chris Langley también coincide con Bufí en que se está produciendo una caída del turismo de clubbers, que está sustituyendo Eivissa, la cuna de la música electrónica, por otros destinos más exóticos, como Tailandia, lo cual, por supuesto, también se deja notar en las grandes discotecas, que por el momento venden menos entradas anticipadas que el año pasado.