El cielo gris plomizo que cubría el centro de Eivissa hacia las 19'00 horas presagiaba una berenada pasada por agua; pero la suerte acompañó a la más pura tradición, y aunque en el transcurso del pasacalles alguna que otra gota aislada cayó sobre los tambores de la Banda de Música de la Ciutat d' Eivissa y la Banda de la Cruz Roja, al llegar a Puig des Molins las nubes habían desaparecido.
Si no hubiese sido por las muchas banderas de Catalunya, por los tenderetes que vendían detalles nacionalistas poniendo de relieve el significado de la fiesta y por la presencia de muchos miembros de la corporación municipal, aquello hubiera pasado por una merienda campestre. La gente se acomodó por toda la zona: unos en lo alto del montículo, otros en las rocas y a la orilla del mar... Entre el primer grupo se encontraba Francisca Marí, quien acompañada por su marido, participaba de nuevo en este encuentro tras un paréntesis de 20 años. «Ahora vivo en Mallorca pero quiero mucho a Eivissa y estoy loca de contenta por estar aquí de nuevo», explicaba emocionada.
Junto a su prima, Inés Marí, recordaban qué había cambiado. «Antes, como la zona no estaba vallada, parecía que hubiera más gente», afirmaban las dos mujeres. En otros de los rincones de la zona se había iniciado una competición de tiro con arco, una actividad que se estrenó este año con un gran éxito de participación. 'Companatge' fue la encargada de ofrecer los premios consistentes en cajas con una sandía, un butifarrón y una sobrasada. Muy cerca de allí la Asociación de Vecinos de sa Capelleta formaba el grupo mejor organizado. Una pancarta e incluso camisetas con su nombre servían para distinguirles del resto de la gente.