Eivissa acogió ayer el primer juicio que se celebra en la isla por acoso moral en el trabajo (mobbing), un fenómeno que empieza a reconocerse ahora como punible. La demandante, una mujer embarazada, demandó a la empresa para la que trabajaba, una agencia de viajes de Eivissa, porque asegura que la relegaron a un puesto de archivo tras un biombo para que no vendiese billetes al público ya que sus superiores consideraron que estaba demasiado gruesa. Afirma, además, que llegaron a sugerirle que firmase una baja voluntaria, a lo que se negó.
La demandante, apoyada por la que era su jefe durante los meses en los que asegura que sufrió los desprecios, asevera que un superior llegó a decir de ella: «Mírala, si es que rebosa la silla». Además, remarca que tuvo que escuchar otros insultos como que tenía «cara de putón verbenero». Los últimos días en la empresa trabajó, asegura, en un lugar poco ventilado, lo que, al estar en gestación, le provocaba mareos. Las compañeras le pusieron el único ventilador de la oficina, pero éste le fue «arrebatado» por la persona que la sustituyó cara al público. Finalmente, recibió la baja por depresión.
La mujer que denuncia el acoso asegura que el objetivo de los superiores era echarla pero que optaron por presionar para que ella se fuera, dado que «conocían lo que supondría despedir a una embarazada». El abogado de la demandante, Antonio Llanos, aseguró en el juicio que «se trata de una vulneración flagrante de los derechos fundamentales» y cifró una indemnización de 30.000 euros.
El abogado de la agencia demandada negó que hubiese habido tales acosos y argumentó que hay testimonios que avalan que la demandante cometía fallos en su trabajo y que ella misma dijo que estaba dispuesta a dejar el trabajo si el embarazo le imposibilitaba desarrollar sus funciones. Remarcó que el cambio de funciones en la empresa no obedecía a acoso ni a discriminación por el aspecto de la joven.