Una maleta escasa de objetos personales y cargada de ilusión «con una virgencita, un anillo y una fotografía de mi compañera e hija», en el caso de Luis Martín, y «un rosario protector colgado al cuello», en el de Roberth González fueron la única compañía con la que acudieron a Eivissa estos dos jóvenes uruguayos procedentes de Punta del Este, una de las ciudades turísticas más conocidas del país, situada en el departamento de Maldonado. Ambos son un ejemplo de los muchos jóvenes inmigrantes que acuden a las Pitiüses para hacer la temporada, en este caso como camareros en un bar situado a pie de mar en Platja d'en Bossa, aunque su máxima aspiración es colocarse en el sector de la construcción.
«En Uruguay la situación económica está bastante mal debido a la crisis argentina. Vivimos del turismo argentino básicamente y este año ha sido desastroso para nosotros», explicó Luis, que con 25 años ha dejado en su país a su compañera y a su hija de dos años. «Allí trabajaba en un hotel en recepción y haciendo un poco de todo, incluso las camas y me vine a través de un cuñado que ahora está en Bilbao», dijo Luis, que al igual que su compañero de aventura, Roberth, viajó directamente desde Uruguay a la isla sin conocerla y sin trabajo. «Yo vine solo, sin conocer nada, no me había informado pero sabía que la isla era distinta. Al principio lo pasé un poco mal pero ahora ya estoy mucho mejor», afirmó Roberth, para quien la temporada en Eivissa le ha resultado amena a pesar de las agotadoras jornadas de trabajo a junto a la playa.
Roberth dejó su trabajo como técnico de sonido en la emisora musical Brava FM para venir a buscar fortuna: «Había escuchado mucha música y visto a muchos dj's de los que pinchan en los boliches [discotecas] de acá. De acá sale todo lo mejor para el resto del mundo», señaló este joven de 26 años y padre de un niño de 7. Acostumbrados a trabajar y convivir con un turismo latino y de alto nivel en Punta del Este, les ha chocado el tipo de visitantes que pululan por Eivissa.
«Acá hay muchas cosas. En la playa los desnudos forman parte del paisaje e incluso de la calle. Las chicas se visten de manera muy diferente a la que estamos acostumbrados y los colores y cortes de pelo también nos han sorprendido», confiesa Luis, quien al igual que su compañero se ha acostumbrado a la fauna turística.