La vida que relata Pjevic Zvonko puede servir para un guión de cine de una película de intriga. Su padre, de origen serbio o montenegrino, fue asesinado por su pasado militar en la extinta Yugoslavia y su madre, alemana, sufrió la represión por su origen los años en los que vivió en la ciudad de Zagreb. A los 18 años decidió abandonar la ciudad y regresar a Alemania. Tras muchas dificultades logró viajar hasta Munich donde se matriculó en la universidad donde estudió Economía, pero sus problemas no acabaron ahí. Asegura que en esa ciudad bávara se hallaba «la central de los nacionalistas croatas apoyando al gobierno de Bonn y la segregación de Croacia al resto de Yugoslavia» y él mismo fue víctima de vejaciones al estar en contra de la separación. Años después obtuvo un permiso de residencia en Alemania y empezó a exponer públicamente sus opiniones e incluso difundirlas en medios de comunicación. Sostiene que sufrió varios atentados. «He publicado poemas contra la xenofobia en un periódico y sufrí amenazas. Ahora temo por vida», relata.
La muerte a consecuencia de varios disparos de su padre y la persecución en coche de dos individuos determinó que en 1997 decidiera marcharse y fijar su residencia en Eivissa, ya que tenía una casa en Cala Molí. Sin embargo, su situación no ha mejorado. «Hace cinco años me confiscaron el pasaporte en la Comisaría de Eivissa. He esperado pero no me han dado el permiso de trabajo. Fui a Comisaría a preguntar por mis papeles y estuve dos horas en el calabozo», relata. Teme que le extraditen a Alemania donde sí tiene un permiso de trabajo, pero se niega rotundamente a volver por temor a su vida. «No quiero regresar a Alemania. Tengo miedo por mi vida. No veo otra solución que la huelga de hambre», sostiene. Desde hace cinco años vive de los ahorros que obtuvo de la venta de su casa en Cala Molí y con trabajos esporádicos. «No he pagado el alquiler desde hace tres meses», confiesa.
Pjevic Zvonko, que asegura que no ha ingerido alimentos desde el pasado 25 de octubre, pide que se le conceda el asilo político en España o que se le devuelva su documentación para dirigirse a un país no europeo. «Pensaba irme a Canadá », dice. Otra opción que ha planteado es emigrar a Francia, «pero no sé si tendría mucho sentido».