A partir de mañana Rafael Martínez tendrá 15 días por delante para conquistar la cumbre del Aconcagua, el pico más alto de América. Sus 6.959 metros de altura son el mayor atractivo para este aficionado al alpinismo de Sant Antoni que practica este deporte desde hace seis años. «Hago alpinismo porque me gusta subir a las altas cumbres con mayor o menor dificultad», explicó este joven de 28 años que está en plena forma.
«En principio voy con un amigo de Barcelona que es guía de montaña y también nos juntaremos con dos chavales de Madrid una vez allí», detalló Rafa Martínez, que esta vez se ha decantado por el Aconcagua porque, según explicó, «para sobrepasarlo tendría que optar por el Himalaya. Y no se trata de que me atreva o no a subirlo, sino del coste que tiene y de que uno no puede ir solo», reveló al explicar que se había decantado por el pico argentino porque se le había presentado la ocasión.
Anteriormente Rafa había estado en los Alpes. «He subido unas cuantas veces al Montblanc y varios picos de más de 4.000 metros de la zona», relató antes de explicar las sensaciones que le aporta esta práctica deportiva de contacto directo con la naturaleza. «Para mí en alpinismo todo es atractivo. Los paisajes de montaña son realmente bellos; pero el ambiente, el esfuerzo físico, el lograr llegar a la cumbre y el compañerismo... es lo más especial», reveló.
«Y cuando estás en la cumbre es como si te quitases un peso de encima. Porque estás con esa idea en la cabeza durante muchos meses y cuando lo logras te sientes contento y agotado, pero muy satisfecho», explicó. Pero en el alpinismo la cruz de toda cumbre es el descenso. «Normalmente las bajadas se hacen largas. como tienes cansancio acumulado y lo que te interesa es subir, el descenso es monótono, lento, y si pierdes atención existen muchas posibilidades de sufrir algún percance», detalló Rafa Martínez. «La bajada es técnicamente más peligrosa y difícil que la subida porque no ves el terreno que tienes a tus pies», añadió.