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La esperanza de Juanjo

Una familia decide irse de Eivissa para que su hijo reciba un mejor tratamiento para el autismo

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La falta de recursos suficientes para atender a niños con problemas de discapacidad ha sido determinante para que la pareja formada por Juanjo y Pilar decidan marcharse de Eivissa y empezar una nueva vida en Granada donde su hijo Juanjo, de cuatro años, diagnosticado de autismo, asista a clases en un colegio de educación especial.

Juanjo tenía nueve meses cuando llegó a Eivissa con sus padres que buscaban mejorar su situación laboral. «A los 18 meses observé que el niño cambió y empezó a dejar de hacer cosas. Dormía mucho y no me parecía normal», recuerda su madre, Pilar Pérez. Decidió ir al médico, pero éste no le dio importancia. Pilar esperó otros seis meses, pero la situación no mejoró y siguió insistiendo. «Sabía, por intuición, que algo no iba bien», recuerda. Tras un largo peregrinar con varios médicos, un otorrino le dijo que había dos opciones: sordera o autismo. Otro especialista, un neurólogo, llegó a asegurarle que su hijo sufría un tic nervioso. En agosto de 2002, el psiquiatra de salud mental infantil juvenil del Patronato de Salud Mental le diagnosticó finalmente autismo.

Tras mucho recapacitar la familia ha decidido marcharse. «Nos vamos porque mi hijo va evolucionando bien. Está aprendiendo y dice palabras, pero porque le enseñamos en casa», dice Pilar. A través de Internet, la madre entró en contacto con una Asociación de Niños de Autistas de Granada y se desplazó hasta allí para visitar un colegio de educación especial. «Mi hijo necesita personal muy especializado, pero aquí no hay nadie experto en autismo», explica. Reconoce que le cuesta mucho irse y admite que «si se tuvieran aquí los recursos para Juanjo no nos iríamos de la isla».

Juanjo está escolarizado en el colegio Sant Ciriac de Santa Eulária. La madre elogia a los docentes del colegio, pero no son especialistas en la enfermedad de su hijo: «Son muy buenas personas y le tratan muy bien, pero no son especialistas. Hay muchos niños y sólo hay una logopeda para todos, pero mi hijo necesita una hora diaria». Pilar dejó de trabajar para dedicarse a su hijo. «¿Dónde le dejo si trabajo? En cualquier guardería hay 30 niños y Juanjo, según el interés que tenga, se arrincona y empieza a balancearse durante todo el día».

A finales de agosto la familia se marchará a Granada ya que Juanjo empezará en su nuevo colegio el curso próximo.

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