Los niños tienen una estructura racional de cómo tienen que ser
las cosas y se bloquean pensando que no pueden dibujarlo; pero los
más pequeños se lanzan a pintar sin pensar, y eso es lo que intento
que recuperen», explica Romanie, una joven artista que ha empezado
este curso a dar clases extra escolares de pintura en el colegio
Puig d'en Valls. Sus alumnos, de entre tres y ocho años, han
descubierto con ella que las clases pueden ser originales y, como
Romanie reconoce, a veces «poco convencionales». Subirse a una mesa
para posar ante sus compañeros o hablar con total libertad son
algunas de las licencias con las que los alumnos se topan en este
aula.
La espontaneidad y la inocencia de los niños se plasma en los
cuadros que realizan y que, como explica la profesora, «a veces se
quedan en simples mamarrachos, pero en otras ocasiones se ven cosas
muy interesantes».
Romanie parte de la idea de que «no hay ningún cuadro mal hecho» y
eso es lo que intenta transmitirles a los chavales. «Trabajar en
este campo les da muy buena base para su futuro como personas
íntegras», señala. Con 26 años, esta inglesa afincada en Eivissa
desde muy pequeña, ha pasado por las aulas de la Escuela de
Reduccionismo de California después de terminar sus estudios en
Arts i Oficis. «Allí te enseñaban a reducir las cosas a su esencia,
a un impacto, sin tanto detallismo». Actualmente Romanie se ha
configurado una rutina que le permite vivir haciendo lo que le
gusta. «Por las mañanas trabajo para el Ibanat (Institut Balear de
la Natura) y así tengo las tardes para pintar y enseñar»,
afirma.
No duda de que su sistema de enseñanza depende, en gran parte, de
la educación que ella misma recibió y aspira a hacer ilustraciones
para libros infantiles y ha montar una escuela de arte en Huelva
con un grupo de amigos. «Nos hemos comprado un terreno y nos
gustaría que allí pudiesen acudir niños y adultos a dar clases de
pintura, escultura o carpintería», avanza. Mientras tanto, Romanie
espera continuar trabajando en algo que ha descubierto que le
llena, con niños, «enseñándoles a perder el miedo al ridículo y
superar barreras, sin que importe tanto que dominen el realismo
figurativo».
Sara Yturriaga
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