No quiere decir su nombre. Únicamente desea ser conocido como 'The
Snakeman' (el hombre-serpiente), un apodo que se ha ganado tras 14
años de convivir y trabajar con exóticas áspides.
Desde hace 11 años pasa la temporada de verano en la isla y pasea
su espectacular imagen por lugares de gran afluencia turística como
son los alrededores de Café del Mar, en Sant Antoni (siempre cuando
ya se ha puesto el sol y la atención se ha desviado del horizonte),
o el puerto de Eivissa.
Es fácil localizarle visualmente, tanto por la peculiar imagen que
presenta como porque, a su paso, con una pitón de 15 kilogramos y
tres metros de largo sobre los hombros, se oyen gritos, risas
nerviosas y exclamaciones procedentes del público. Él, orgulloso,
responde acariciando a cualquiera de las tres pitones de la India
que posee actualmente e invita a los transeúntes a que se
inmortalicen junto al invertebrado.
Atracción mutua
Fue hace 14 años en París. En su ciudad natal entró en contacto,
por casualidad y a través de un amigo, con estos animales de
aspecto amenazador que, según este hombre, no son tan peligrosos
como aparentan. «En las películas o por televisión sólo muestran
los aspectos negativos de estos animales, pero lo cierto es que no
todas son venenosas. El problema es que la gente no sabe cuáles son
peligrosas y cuáles no», explica.
'Chupito', 'Libélula' y 'Prado', sus tres serpientes (a dos de
ellas las cuida desde hace más de una década), nunca han atacado a
nadie, pero por si acaso les cierra la boca porque, como él dice,
no dejan de ser animales salvajes».
Un medio de vida
Ehobby acabó convirtiéndose en un medio de vida y hoy día realiza
espectáculos en discotecas como El Divino (cada jueves en la fiesta
'Salvation'). También ha aparecido en la filmación de un
cortometraje rodado en Eivissa y diseña ropa, siempre con motivos y
un estilo relacionados con el mundo de las áspides. Explica que en
ocasiones también le contratan para acudir a fiestas privadas y que
cuando llega el invierno emigra a otras ciudades europeas como
Holanda o Bélgica para continuar trabajando.
A la pregunta de qué es lo que tanto le atrae de estos animales se
queda pensativo y finalmente responde que le parecen muy
atractivos. «Los colores, sus formas perfectas y ese tacto que da
la impresión de estar mojado me fascinan», dice. Ríe al recordar
que la gente, aunque en un primer momento siente miedo, una vez
toca a la serpiente siente la necesidad de volver a hacerlo
inmediatamente.
Ha conseguido contagiarle la pasión por estos animales a su
compañera, y ambos las cuidan con verdadera dedicación. «Hay que
darles de comer ratas y cobayas, una vez cada tres semanas y
mantener el terrario en condiciones», explica. Ellos las cuidan
como si se tratase de un perro y ellas responden reconociendo la
vibración de su cuerpo.
Sara Yturriaga
Un hombre con piel de serpiente
Este francés que como única identidad muestra a una serpiente sobre los hombros es uno de los personajes del verano ibicenco