Illetes es la playa por antonomasia de Formentera. Esto no quiere decir que sea la mejor o que reúna unas condiciones espectaculares, ya que de por sí todo el litoral formenterés es pura gozada con sus peculiares características o signos distintivos, pero está claro que cualquier visitante si no descubre y conoce por sí mismo Illetes, se va con la sensación de no haber estado en la crème de la crème de las playas de Balears, muy por encima de es Trenc en Mallorca o de ses Salines en Eivissa. Para playas, pues las de Formentera, e Illetes por encima de todo. Arena fina y dorada, aguas entre verdes, azules y turquesas, fondos de pendiente ligera y algún que otro algar. Illetes no ofrece más, pero tampoco menos y nadie queda inmune a su belleza.
Tal y como mucha gente la entiende, Illetes engloba el Cavall den Borras, la zona de los islotes que le da nombre y la larga franja discontinua de arena y rocas de es Trocadors que llega hasta es Pas, la lengua de agua que separa Formentera de s'Espalmador.
De todas maneras, a nadie se le escapa que Illetes es esa escasa milla dorada en la que rivalizan los yates más espectaculares, los veleros más apabullantes y las lanchas con más caballos en popa. Esta playa es eso, escenario para ver y ser visto, y para ver y ser vista nada como los restaurantes de la zona. El Pirata, el Juan&Andrea y es Ministre, ya que muchos de los que quieren ser vistos sólo descienden de sus embarcaciones en los momentos adecuados: a la hora de comer y con una cierta parafernalia para que nadie deje de observarlos. Otros, por el contrario, tan o más famosos que los primeros, procuran confundirse entre la gente porque si van a Formentera es para intentar pasar unas horas o días en el más absoluto anonimato; no siempre lo consiguen, claro, que para eso hay paparazzis de toda ralea que no perdonan ni un sabañón ni un michelín fuera de lugar, y si es un tierno arrumaco, la que se arma en el huecograbado technicolor de la prensa rosa puede ser gorda.
Guillermo Romaní