El 16 de octubre de 1978 el desconocido Karol Wojtyla se proclamaba
Santo Padre de la Iglesia Católica sucediendo al malogrado Juan
Pablo I para iniciar una importante etapa de cambios. «Recuerdo
perfectamente este episodio», comenta el obispo de Eivissa y
Formentera, Agustín Cortés, en aquel entonces secretario del
arzobispo de Valencia, «y que nadie tenía muchas referencias de
Wojtyla a excepción de unos pocos que conocían su obra filosófica»,
añade Cortés, que destaca la labor providencial del Pontífice.
«Juan Pablo II se hizo cargo de la Iglesia en el momento en que se
tenían que llevar a cabo muchos de los cambios marcados por las
directrices del Concilio Vaticano II y ha conseguido equilibrar la
fidelidad a Cristo con el contacto con el mundo y la sociedad,
interviniendo en conflictos con intervenciones internacionales como
la caída del Muro de Berlín, las guerras y el Tercer Mundo»,
destaca el obispo.
Por su parte, Vicente Colomar, párroco de San Antoni, se queda con
el trabajo del Santo Padre en el terreno social: «Ha sido innovador
y ha influido mucho en los regímenes cerrados del Este de Europa»,
explica Colomar, quien destaca la fortaleza espiritual y la
apertura de este papa. «Juan Pablo II ha llevado el mensaje de
libertad y de derechos humanos incluso a países y ante autoridades
que no los practicaban», añade.
José Luis Moyá, delegado de Medios del obispado y párroco de es
Cubells, destaca el talante de diálogo, su coherencia y el gran
esfuerzo por llevar el Evangelio a lo largo de todo el mundo, algo
en lo que coincide con el delegado de Educación y párroco de Sant
Agustí, Miguel Àngel Riera, quien destaca la gran labor de doctrina
social del papa. «Ha abierto la Iglesia a todos los ámbitos
sociales», destaca este sacerdote.
Jubilación
El Papa más humano y viajero
Varios sacerdotes pitiusos hablan de la figura del Pontífice de la Iglesia Católica, que ayer celebraba sus 25 años tal en el Vaticano