Podría haber sido reina de España, se trata de María Gabriela de Saboya, pero los hados no le fueron propicios y además, según dicen los historiadores y biógrafos, Franco no dio su bendición.
En cualquier caso, hubo un amorío de juventud entre don Juan Carlos y María Gabriela de Saboya, hija de los últimos reyes de Italia; y para hacer el folletín más sabroso, últimamente han aparecido varios reportajes en las revistas del corazón, entre ellas «Pronto», en los que presentan una supuesta hija fruto de esta relación, con fotografías de esta señorita, bastante fea por cierto, en donde dice que en su casa la llaman 'la borbónica', y yo creo que será por la nariz, que sí que es muy borbónica y recuerda a la de Rossy de Palma. Según ella fue abandonada en el norte de Àfrica y criada en ese continente, una historia que nadie se cree y que, por descontado, los supuestos padres ni siquiera se han molestado en responder. Desde luego cuando se es famoso siempre aparece un bastardo pidiendo la paternidad. Todo esto no tiene mayor importancia si no fuera porque tiene cierta gracia.
María Gabriela de Saboya pasa todos los veranos entre nosotros y tiene una casa en Ibiza. En cuanto a su casa en sí, con unas magníficas vistas y decorada con un gusto exquisito, no es una casa que a mi juicio encaje bien en el paisaje ibicenco; parece más bien, no sé si por nostalgia de su país, una casa de la Toscana.
En el patio interior tiene una magnífica palmera que, según me explicó ella misma, es regalo del rey Juan Carlos con motivo de un almuerzo al que ella les invitó.
Ella es alta, quiero decir de una altura considerable, muy distinguida, con unos ademanes exquisitos, muy refinada y es una señora que siempre está en su sitio, quizá por eso parece un poco distante; además, no sé si será por la altura, pero dar la impresión de ser también algo altiva.
Es enormemente culta y sobre todo en materia histórica está preparadísima. Habla varios idiomas correctamente, entre ellos el español, y su comportamiento frente a los demás es en todo es momento verdaderamente 'real'.