Frente a la tranquilidad habitual que vive la necrópolis durante el resto del año, a partir de ayer y durante todo el verano este lugar histórico contará con la presencia de niños que acudirán a las instalaciones del museo para aprender todos los misterios de la arqueología. Uno de los hipogeos del Museo de Puig des Molins fue invadido por once jóvenes que intentaron desenterrar los simulados huesos de unos esqueletos que habitaban allí desde hace muchos siglos. Pero antes de la práctica, y como buenos arqueólogos, hicieron una visita guiada por toda la necrópolis para que conocieran el yacimiento en el que van a excavar y «porque es Patrimonio de la Humanidad», comenta Santiago Marí, el monitor del taller.
Para tal hazaña, los chavales cogieron sus pinceles y sus capazos e intentaron quitar toda la tierra para ir dejando al descubierto, con cuidado y esmero, los restos de los muertos, aunque eran conscientes de la falsedad de los restos arqueológicos encontrados. «Esto no son huesos de verdad, son de plástico», decían muchos de los niños.
Después procedieron a levantar los cuerpos y las piezas y ponerlas en las bolsas. Para que la cosa no se quedara ahí, también hicieron una serie de ejercicios con huesos para que ellos sepan distinguir un hombre de una mujer o un niño de un mayor, poder saber las edades de los muertos y conozcan cuáles son los huesos del cuerpo humano.
Santiago, que se encarga de dirigir a la cuadrilla de los chavales que participan durante una semana en este taller, comenta que «lo que se les intenta enseñar a estos jóvenes arqueólogos es que ellos vean el trabajo de los arqueólogos, que muchas veces no es tan fácil como parece. Es duro tener que sacar los capazos de tierra a fuera, el no poder tocar las cosas e ir con mucho cuidado con los pinceles para no estropear nada».
Como la semana es larga y el taller les da para mucho, fabricarán tela con unos pequeños telares de cintura, además de hacer pan, teniendo que moler el trigo, prepararlo, amasarlo y después cocerlo ellos mismos, a la manera tradicional en un pequeño horno. Todo ello se hace para que los jóvenes «se den cuenta de que antiguamente las cosas no eran tan fáciles como hoy en día», comentó Santiago.
A Patricia, una niña de nueve años y que no es la primera vez que practica la arqueología, lo que más le gusta de esta disciplina es que «aprendemos muchas cosas de hace muchos años» y añade que durante la mañana de ayer aprendió que «algunos muertos, cuando se mueren van con sus restos y con algunas de sus pertenencias». Marc, de ocho años, acudió al taller porque «es muy divertido y se cuentan cosas de muertos». C.V.
El taller de arqueología que se realiza en la Necrópolis de Puig des Molins durante los dos meses estivales está dedicado a niños entre ocho y dieciséis años. Cuentan con actividades tales como excavaciones simuladas en un hipogeo, visitas a lugares de interés histórico, documentación y análisis de restos arqueológicos y la realización artesanal de pan, tejidos y cerámica.