He estado muy agusto en Eivissa y me he sentido como en familia».
Son las palabras de Agustín Cortés, obispo de Eivissa, que el
martes se marcha a la diócesis de San Feliú de Llobregat después de
seis años de dedicación al pueblo ibicenco. Aunque en un principio
su estancia tenía que durar tres años más, las necesidades de la
iglesia han sido la causa de su marcha.
En su última misa oficiada ayer, la homilía, siempre apoyado en la
palabra de Dios, dirigió una invitación a sus feligreses a que
tuvieran una manera de mirar las cosas entre apasionada y
relativista. Apasionada por las cosas que son absolutas, las que
más brillan, relativizando las cosas que pasan y cambian. El
mensaje que lanzó a sus feligreses fue que asumieran una mirada
lúcida ante cuestiones tales como qué ocurrirá en un futuro, pensar
las cosas que pasan y qué podemos hacer.
Para el obispo Agustín Cortés, estar en Eivissa ha supuesto toda
«una oportunidad de dialogar con esta realidad humana y cristiana
que le ha enriquecido enormemente, independientemente de los
valores que hay que reconocer en este pueblo y en este
ambiente».
Elogiando el carácter del ibicenco, de él destacó que «no es
alguien que no se da espontáneamente de primeras, pero, sin
embargo, cuando te asume y te acepta, es capaz de establecer unos
vínculos profundos de amistad».
Se marcha con pena y le cuesta mucho marcharse del lugar donde se
estrenó como obispo y que es «entrañable». C.V.
'Me voy con pena y me cuesta irme'
Agustín Cortés Soriano se marcha el martes a tierras catalanasy ayer ofició su última misa en Eivissa que fue donde se estrenó como obispo