Un hombre con la piel curtida por el sol seabre paso entre la gente que observa la llegada de la Vírgen del Carmen al Puerto de Eivissa. Se coloca en primera fila y cuando la imagen pasa por delante de él besa las dos pequeñas medallas que lleva colgadas de una fina cadena en su cuello para posteriormente tocar la base de madera que portan los costaleros.
Patrona de militares, pescadores y marineros. Gentes que dedican su vida al mar y que la veneran para que les otorgue su protección en sus travesías, cuando las condiciones son difíciles y se encuentran lejos de los suyos. Ayer Eivissa, como la mayoría de las localidades costeras, volvió a rendir homenaje a la Virgen. Cientos de personas se congregaron en la iglesia de Sant Elm para asistir a la misa que ofició el obispo de la isla, Vicente Juan Segura. De allí, con algo de retraso respecto al horario previsto, salió la procesión que llevó a la patrona por algunas de las calles del barrio de La Marina hasta llegar al muelle del Puerto, donde esperaban cerca de millar y medio de personas para presenciar su embarque. En el agua, decenas de barcas engalanadas con banderitas y hojas de palma hacían sonar sus bocinas a la vez que su tripulación disfrutaba de su día de fiesta bebiendo y comiendo algo. Varias embarcaciones fueron puestas a disposición de los ciudadanos para que pudieran presenciar de cerca cómo se realizaba en el agua la ofrenda floral desde la nave que portaba a políticos, miembros del clero y altos cargos militares para pedir un año más la protección de su Virgen del Carmen. I. Muñoz