Salinera Española reclama a la Conselleria de Medi Ambient que el Plan Rector de Usos y Gestión (PRUG) del Parque Natural de ses Salines, que recientemente se sometió a exposición pública, permita la posibilidad de construir una nave industrial de al menos 4.000 metros cuadrados para el envasado y secado de la sal. El PRUG limita a 500 metros cuadrados la superficie máxima de las nuevas construcciones destinadas a uso salinero.
El director de Salinera Española, José María Fernández, asegura que la compañía, para mejorar su rentabilidad, tiene previsto levantar esta infraestructura dentro de unos años y recuerda que otras explotaciones salineras de la península disponen de naves de 10.000 metros cuadrados para el mismo fin. Salinera Española envía a granel la producción que comercializa en Noruega, que es la mayoría, mientras que la parte que se queda en España pasa por la nave de envasado que la empresa dispone en la Manga del Mar Menor, en Murcia.
Fernández reconoce que también se había planteado la posibilidad de levantar la nave en una de las zonas industriales de la isla, aunque indica que es «inviable» por los costes del transporte. «Para que sea rentable debe estar junto a los estanques», asegura el director de Salinera Española, que destaca que a día de hoy poder exportar el producto ya envasado supone «un valor añadido». Entre el 15 y, en el mejor de los casos, el 40 por ciento de la producción se comercializa en España y el resto se envía al norte de Europa.
Otra de las alegaciones presentadas por Salinera Española al PRUG de ses Salines hace referencia al ancho de las motas (las paredes de tierra que separan los estanques). Salinera produce sal en 20 estanques, que abarcan una superficie de 700.000 metros cuadrados. Los estanques están separados por una red de paredes (las motas) de 50 kilómetros de longitud. La compañía salinera se opone a que el ancho máximo de las motas sea sólo de dos metros, tal y como, según dice Fernández, establece el PRUG. En concreto, el artículo 91 del PRUG determina que las motas mixtas e industriales (quedan fuera las tradicionales, que se ubican en las zonas de mayor valor ecológico), sobre las cuales no esté previsto el tránsito, deben tener una amplitud no superior a dos metros. Salinera entiende que es insuficiente y reivindica que éstas deben tener cuatro o cinco metros. Recuerda Fernández que cada año se debe acometer la reparación de al menos 500 metros de motas, que se deterioran a causa del oleaje del interior del estanque y el mal tiempo en general. Estas obras de reparación, explica Fernández, se realizan en la actualidad de manera mecánica, por lo que es preciso el paso de una máquina y, por tanto, que las motas tengan al menos cuatro o cinco metros de ancho. «Hoy en día no se pueden reparar artesanalmente. Antes trabajaban 1.000 personas, pero ahora sólo 18», justifica el director de Salinera.