La Unidad de Tabaquismo de Can Misses ha atendido a más de 350 personas desde que se creó en mayo de 2002. Aproximadamente un 33 por ciento de los pacientes han conseguido dejar de fumar a través de un tratamiento personalizado en el que se analiza el perfil psicológico, el grado de adicción y la motivación. Una unidad que tan sólo trata los casos más graves. Los demás, desde otoño de 2004 pueden seguir un tratamiento a través de sus médicos de cabecera. Ahora, con la nueva «ley antitabaco», desde el área de salud aseguran que cada vez más pacientes acuden a los médicos para conseguir dejar el vicio. Este periódico ha hablado con algunos pacientes de esta Unidad de Tabaquismo que han logrado olvidarse del tabaco para siempre.
Uno de ellos es Miguel Àvila, un administrativo de 48 años que llevaba enganchado al humo desde los 14 años. Dejó de fumar el 31 de agosto de 2004. «Toda mi vida recordaré esta fecha». Fue entonces cuando decidió ponerse en manos de la Unidad de Tabaquismo de Can Misses. Fumaba más de dos paquetes diarios, estaba todo el día sentado y no hacía deporte. «Tenía todos los números para tener un infarto». Por eso decidió dejar de fumar y confiesa que le ha costado una barbaridad. Además ha engordado 11 kilos, porque el primer mes no dejaba de comer golosinas. Era capaz de entrar a la tienda, comprar chucherías por valor de 20 euros y ventilárselas en tres días. «Devoraba chicles, pipas y caramelos y bebía mucha agua». Así se mantenía entretenido durante todo el día. Aunque lo peor llegaba por la noche, cuando acababa su jornada laboral y se enfrentaba a una noche de sofá y tele. «No sé qué les ponen a los cigarrillos, pero seguro que es puro veneno», aventura Miguel.
Menos le costó a Maruxa Martos, que trabaja en le Hospital Can Misses. Era la tercera vez que intentaba dejar de fumar y por fin lo consiguió, después de probar incluso la acupuntura. Por eso está tan contenta con el tratamiento que le dieron en la Unidad de Tabaquismo. Allí le recetaron unas pastillas que estuvo tomando durante dos meses. Y no le costó: «No tuve mono, ni ganas de fumar, ni nada. Un verdadero milagro». Su caso además es sorprendente, porque fue capaz de dejarlo y hacer dieta a la vez. Este hecho resulta tan raro que una compañera del hospital lo ha llevado a un congreso para demostrar que sí es posible. «Yo sabía que si dejaba de fumar y engordaba volvería a probar los cigarrillos. Por eso me propuse hacerlo todo a la vez». Y es que Maruxa era una fumadora empedernida. Consumía un paquete diario. Encendía un cigarrillo antes de desayunar e incluso había veces que se levantaba por la noche para saciar su sed de nicotina. Ahora, ni loca fumaría un pitillo. Los beneficios son muchos: nota los olores, el gusto y no se cansa tanto al hacer deporte. Además ha desterrado para siempre las toses matutinas y se resfría menos. Pero la mayor satisfacción es no ser esclava del tabaco, porque antes era capaz ir a comprar por la noche y con temperaturas gélidas. «Ahora soy libre».
C. Roig